¿Qué tal si redondeamos un miniespecial “agroajedrez” añadiendo a la entrada del otro día otra sobre Julio Granda, uno de esos personajes de cuento que solo este divino entretenimiento puede alumbrar?
Nacido en Camaná (Peru) en 1967, en el seno de una familia de hortelanos, enseguida se vio que el crío iba a dar que hablar: a los seis años ya machacaba en simultáneas a todos los de su pueblo. Su victoria en el Mundial Infantil de Mazatlán (México) de 1980 confirmó las mejores expectativas, y desde su familia le presionaron para que dedicará más horas al estudio del juego. Craso error, porque lo que el chiquillo deseaba de verdad era dar patadas al balón y cultivar la tierra. ¿El resultado? Julio no ha tocado prácticamente un libro (y no digamos un programa) de ajedrez en toda su carrera, y nunca ha mostrado genuina pasión por este deporte. En 1998 se vio involucrado en un siniestro incidente (anunció su candidatura a la alcaldía de Camaná por el partido opositor al de Fujimori pero desapareció varios días, al parecer secuestrado, y no llegó a presentarse); aquello le dejó huella y se retiró cuatro años de la competición para entregarse a su actividad preferida, que no es otra que cuidar de su huerto de frutales.
Por mucho talento que tengas, en los tiempos superprofesionalizados que corren es imposible llegar a la cumbre en este plan; demasiado mérito tiene que se haya mantenido con cierta regularidad entre los 100 primeros del ranking (actualmente es el 66; su mejor puesto, el 24 en 1991), con hitos tan relevantes como sus dos victorias consecutivas en los memoriales Donner de 1995 y 1996 (empatado a puntos con Timman e Ivanchuk, respectivamente). El año pasado, sin ir más lejos, llegó hasta octavos de final de la Copa del Mundo, no sin antes despachar a figuras del empaque de Leko y Giri.
Para la partida de hoy encaja el símil hortofrutícola, porque Granda va a por uvas en la jugada 9 con un pasmoso sacrificio que no cabe en cabeza humana. El adversario es de consideración: Yasser Seirawan, el mejor jugador estadounidense durante el interregno Fischer–Kamsky, ha sido campeón del mundo juvenil, dos veces candidato al título mundial y cuádruple campeón de su país. Pero la ocurrencia de Granda demuestra ser peligrosísima, y aunque Seirawan se defiende con tesón, el reloj, y la viña entera, terminan cayéndole encima.
Cuentan que hasta el mismísimo Fischer se quedó embobado cuando Yasser le mostró la partida meses después.
Granda-Seirawan, Buenos Aires 1993
Granda-Kamsky, Amsterdam 1996.