Ya ves. Tantas y tantas cosas de las que uno ha hablado en este blog, con frecuencia exóticas y a veces hasta esotéricas, y jamás he dicho una palabra del Campeonato del Mundo de Composición. Bueno, para ser precisos, unas cuarenta; las justas para señalar que Oleg Pervakov y David Gurgenidze lo han ganado. Llegó la hora de rellenar este agujero negro y, ya remangados, de hacerlo a lo grande.
Antes de nada, aclaremos de qué estamos hablando. Es fácil hacerse un lío, porque en esto de la composición ajedrecística hay varios eventos más o menos universales. Por ejemplo, coincidiendo con sus Olimpiadas la FIDE organiza a veces torneos individuales, y también, desde 2010, una Copa del Mundo anual. Pero certámenes del máximo nivel, estrictamente hablando, hay dos, el Torneo Mundial de Composiciones de Ajedrez (por equipos) y el Campeonato del Mundo de Composición (individual). En el Torneo Mundial los países participantes pueden presentar hasta tres trabajos inéditos por cada una de las ocho modalidades (estudios, tres tipos de mates directos y otros cuatro de ajedrez de fantasía), y triunfa el que reúne más puntos entre todas ellas. Hasta la fecha se han celebrado 11 ediciones (más 2 oficiosas), la primera en Finlandia en el trienio 1972/75, las más recientes a cargo de la WFCC (Federación Mundial de Composiciones de Ajedrez), ganadas prácticamente siempre por la Unión Soviética o Rusia. Las mejores composiciones por disciplina reciben premios aparte (algunas de ellas, de Rudenko, Visserman, Rehm y Bennó, ya las hemos disfrutado aquí), pero a sus autores no se les considera campeones mundiales a título individual. A fin de cuentas, se trata de un solo trabajo, que ni siquiera es libre porque el tema está fijado por los organizadores del concurso. Aparte de que se permite que tenga varios firmantes.
Está claro que la inexistencia de campeones mundiales de composición, particularmente en un planeta que los posee en actividades como el lanzamiento de atún o cargar a hombros a la esposa, suponía un intolerable agravio comparativo. La PCCC (antecesora de la WFCC) lo solucionó a finales de los noventa de dos maneras: primero otorgando el máximo título a quienes tenían más puntuación en la correspondiente sección del último álbum FIDE; luego arrepintiéndose y organizando el Campeonato del Mundo de Composición. Funciona por trienios (el de 2019/21 se resolvió el pasado año), como el Torneo Mundial, pero a diferencia de este los trabajos sometidos a competición deben haberse publicado alguno de esos tres años. Son los propios concursantes los encargados de la selección, entre cuatro y seis trabajos por modalidad, reservándose los cuatro mejor puntuados para establecer la clasificación final. El sistema de calificación es esencialmente el mismo que el de los álbumes, tres jueces (en realidad cinco, se descartan la mejor y la peor puntuación) para una nota máxima de 12 puntos, y todos los trabajos con 8 o más puntos se incluyen de oficio en el álbum de ese trienio.
Ocho ediciones del campeonato, por ocho modalidades, han producido tantos campeones como casillas tiene el tablero, así que hay que cribar un poco, y más sabiendo que la mitad de la tarta se la come la vertiente más subterránea y marginal de la problemística. Si pincháis en la etiqueta, abajo del todo en la página, comprobaréis que uso «ajedrez de fantasía» como cajón de sastre, para agrupar todas aquellas composiciones en las que, por una razón u otra, los movimientos de los contendientes se desvían de lo normal en una partida de ajedrez, donde lo que se pretende es jugar lo mejor posible. En eso he seguido la recomendación de John Rice en Chess Wizardry: the new ABC of chess problems, aunque es cierto que la subterraneidad admite diversos grados. En tres de las especialidades del Mundial, los mates ayudados, los automates y el análisis retrógado (un tutti frutti donde caben desde retromates hasta partidas demostrativas), al menos se respetan las reglas del juego tal y como lo conocemos; la otra es lo que la WFCC considera propiamente ajedrez de fantasía, o fairy chess, una especie de plus ultra de lo heterodoxo donde ya se transige con cualquier cosa, lo mismo da cambios en las reglas de juego o piezas no convencionales. Hecho este inciso, amortizados Pervakov y Gurgenidze y procurando variedad en lo horizontal y en lo vertical, he aquí, según los caprichosos criterios de música y ajedrez de diez, los siete magníficos de la composición en ajedrez del siglo XXI:
Andrei Vysokosov. Empezamos fuerte, con el campeón más heterodoxo de la lista (modalidad: estudios), una especie de Grigori Perelman del ajedrez. Tras obtener el bronce en la edición inaugural de 1998/00 (dominada por Gurgenizde), triunfó en la de 2001/03 por delante de Pervakov, que se impondría en 4 de las 6 restantes. Lo llamativo del moscovita es que publicó casi todos sus estudios entre 1997 y 2004 y luego desapareció, como si lo de componer hubiera sido un arrebato, lo mismo que quien se prepara un maratón, consigue acabarlo y no vuelve a calzarse unas deportivas en la vida. Miento: en 2016 ganó, con un elegante estudio de peones, un torneo que conmemoraba el 64 cumpleaños de Yochanan Afek, puso a parir a sus colegas, declaró estar hasta las narices y volvió a largarse. Su estilo de composición es tan peculiar como él. Las posiciones iniciales, desequilibradas con frecuencia por peones próximos a la coronación, son de difícil pronóstico, y su desarrollo está sembrado de pistas falsas. Las variantes que garantizan la corrección de estos tinglados son a veces algo densas, todo hay que decirlo, de ahí que me haya decantada por el estudio de abajo, más nítido que los que le dieron la victoria en el Mundial y rematado con una intrigante posición de doble zugzwang.
Estudio de A. Vysokosov, Problemista 2002
Mikhail Marandyuk. Y seguimos fortísimo, con el Ser Superior de los mates en 3 y más movimientos del presente milenio. Nacido en 1949 en Novosélitsia, un pueblo ucraniano donde todavía reside, empezó a componer jovencísimo, pero ahí sigue, aparentemente inmune al paso del tiempo. Ojo a sus cifras: 4 oros y 2 platas en la primera de las disciplinas citadas, prácticamente pleno en la segunda (solo ha tenido que conformarse con la plata en la edición 2019/21). Si existiera un Grand Slam para estas cosas, que no existe, hasta eso tendría, porque también ha subido a lo más alto del cajón en la Olimpiada, la Copa del Mundo y el concurso individual del Torneo Mundial. Obviamente es gran maestro de composición, en concreto desde 2004. De hecho, en la última lista de puntos acumulados en álbumes FIDE (junio de 2024), algo así como un ranking actualizado de los mejores compositores de siempre, aparece cómodamente ubicado en el tercer puesto, precedido tan solo por los inaccesibles Petkov y Caillaud. Trabajó como ingeniero mecánico en la industria alimentaria y fue condecorado por el gobierno de su país en 2011. Si entre una cosa y otra se le ha quedado una pensión decente es algo que no tengo nada claro, porque la FIDE tiene un programa de apoyo a veteranos y en 2021 le concedió una paupérrima beca (por no llamarla limosna) de 2500 euros, es decir, unos 7 euros y medio por cada uno de los 330 primeros premios en torneos de los que presumía por entonces. Uno de ellos, el mate en 6 de abajo, fue calificado con un 11 por los jueces del campeonato de 2004/06. Siendo muy alta, la nota es tan rácana como el estipendio de la FIDE, porque hablamos de una obra maestra. Se trata de problema de la escuela lógica pero por duplicado, con dos variantes en eco, una en vertical, la otra en diagonal; y el refinadísimo plan preliminar, dividido en tres fases, incluye baterías, juego sobre casillas críticas, resortes y autobloqueos. Cuesta imaginar cómo pudo Marandyuk meter tal cantidad de artilugios problemísticos en esta maleta, lo mismo se sentó encima para echarle la cremallera.
Problema de M. Marandyuk, 64 2006
Petko A. Petkov. Aunque si hablamos del Ser Superior Supremo, este búlgaro de Dobrich (1942-2024) sería el candidato obvio, al menos si nos guiamos por el ranking acumulado al que antes me refería (Petkov: 524.75 puntos; Caillaud: 429.98; Marandyuk: 366.23; el resto por debajo de 300). Que semejante deidad no haya aparecido por aquí hasta ahora se debe, sencillamente, a que lo sustancial de su mastodóntica obra (más de 6000 trabajos) se ubica en la problemística no convencional. Fue abogado de profesión, actividad que complementó con incontables colaboraciones en periódicos deportivos y revistas especializadas. Más precoz incluso que Marandyuk (ganó su primer premio a los 16 años, en un concurso organizado por Problemas, el boletín de la Sociedad Española de Problemistas de Ajedrez), sus primeras décadas como compositor se distinguen por un sinfín de rifirrafes con la policía política, que sospechaba lo peor de esas cartas, repletas de extraños símbolos, que no paraba de mandar a magazines occidentales. Lo que no le impidió, entre otras cosas, consagrarse como referente mundial en automates, especialidad con la que consiguió dos máximos títulos, el de la proto-cosa aquella fallida de la PCCC y el de 1998/00. En el siglo XXI apostó principalmente por el fairy chess, colgándose los oros de 2007/09, 2010/12 y —ya casi octogenario— 2019/21, lo que me genera un doble inconveniente, porque este tipo de problemas me interesan muy poco (bastante difícil es el ajedrez tal cual es) y al programa que utilizo para las animaciones todavía menos. Por suerte, uno de los cuatro de la edición 2007/09 es un soberbio espécimen de automate ayudado, que implementa el tema indio por partida doble y con una envidiable economía de medios. Se trata, por tanto, de ajedrez «legítimo», si bien de lo más neurótico. Porque blancas y negras cooperan para que las primeras reciban mate en el total estipulado de movimientos, pero es como si estas, cual agentes del servicio secreto búlgaro, no se fiaran del todo: tras la penúltima jugada negra, ha de llegarse a una posición donde las blancas mueven y fuerzan al negro a liquidarlas.
Problema de P. A. Petkov, StrateGems 2007
Serhiy Didukh. Regresando a los estudios, que de algún modo habrá que compensar la goleada 7-1 que le endosan los problemas en el campeonato, es el turno del tocanarices número uno del gremio, vencedor en el certamen de 2010/12 (además de subcampeón en 2007/09 y tercero en 2019/21) y célebre por las descaradas (y no siempre complacientes) opiniones que vierte sobre el trabajo de sus colegas en diversos foros. Si sigue vigente lo publicado en una reseña de EG en 2005, el ucraniano sobrevive gracias a las clases de francés que imparte en Andriivka, la pequeña localidad próxima a Leópolis donde nació. El por entonces veinteañero se declaraba admirador de Gurvich y Liburkin: «Sus estudios están repletos de sutilezas combinativas, a menudo en posiciones muy simples; la introducción armoniza con el remate, y el hilo de la solución no se enreda con múltiples y molestas subvariantes técnicas». No es la peor de las filosofías, y le ha servido para embolsarse, además del Grand Slam apócrifo que me he inventado hace un ratillo, el premio «Estudio del año 2010», a cuenta de una composión cofirmada con Hornecker. Didukh opina que el de abajo es su estudio más logrado hasta la fecha, y no puedo estar más de acuerdo. Técnicamente se trata, supongo, de un Novotny, ya que se sacrifica un caballo en e7 y las negras palman de distinto modo según la pieza con la que capturen: si es con torre las blancas coronan, y si es con alfil ejecutan una especie de truco de la desaparición. O, para ser más precisos, de la degeneración. Ya que la posición no progresa al esfumarse de súbito una pieza blanca del tablero, sino porque esta se transforma, asimismo por arte de magia, en otra de inferior categoría.
Estudio de S. Didukh, Zadachi i Etyudy 2013
Marjan Kovačević. Igual desbarro algo si apodo al serbio (Zemun, 1957) el «Max Euwe» de la composición, pero tampoco creáis que tanto. Por un lado, campeón del mundo lo ha sido hasta hartarse, ya que ha rascado metal en todas las ediciones disputadas (4 oros, 2 platas y 2 bronces), siempre en su especialidad favorita de mates en 2, donde se le considera una leyenda. Es, asimismo, presidente de la WFCC desde 2022, como también lo fuera Euwe de la FIDE entre 1970 y 1978. Otro doblete del que puede presumir: es a la vez gran maestro de composición (desde 2007) y de resolución de problemas (desde 1988), un club que muy raramente admite socios. Psicólogo de formación, completa su notable currículum con la columna ajedrecística que publica desde 1986 en Politika, el diario más longevo de los Balcanes. Sus más de 600 composiciones (que engloban todo tipo de problemas e incluso estudios), por lo general muy elegantes, combinan la pericia técnica con una especie de «tino para el buen titular», donde asoma su vocación periodística y con el que logra que te entren rápido por los ojos. El problema que os muestro a continuación, uno de los que le aseguraron el triunfo en el campeonato de 2013/15, aclara a qué me refiero. Gravita en torno al tema Rukhlis, un artefacto compositivo que combina mates cambiados y transferidos. En mis notas explico con detalle el mecanismo, bastante plástico, pero el titular no es ese. El titular es que Kovačević, a la vez que implementa el tema con total pureza, se las apaña para trazar con la torre una cruz griega; esa que aparece en la bandera suiza, como su nombre no indica.
Problema de M. Kovačević, Wola Gulowska 2014
Andrey Selivanov. Mi don para el epíteto grandilocuente está de sobra acreditado, pero este hombre lo pone a prueba: grand-slamista como Marandyuk y Didukh, bi-gran maestro como Kovačević, es el amo del cortijo de los automates desde que Petkov le entregara las llaves en el Mundial de 1998/00, el único donde «solo» ha conseguido la plata. Hasta su aspecto es un poco intimidante, con ese aire como de burócrata soviético que gasta. Lo que, por otra parte, es justo lo que es. Anda navegando las peligrosas aguas de la política rusa, aparentemente sin ahogarse, desde que se apuntara a las juventudes comunistas allá por los ochenta, y entre 1993 y 2003 fue diputado en la Duma Estatal (poltrona que simultaneó con la de presidente de la Federación Rusa de Ajedrez). Otro testimonio de su gordura pública: en 2014 fue uno de los relevistas de la antorcha olímpica en los Juegos de Invierno de Sochi. Entre su millar de composiciones las hay de todos los colores, pero parece tener especial predilección por las tareas de dificultad superior. En las seis líneas principales del siguiente automate en 3, sin ir más lejos, hilvana un ciclo AB-BC-CD-DE-EF-FA con la segunda y tercera jugada de las blancas; y, de postre, el negro da mate con una pieza distinta en cada variante. No es sorprendente que ganara la Copa del Mundo de 2019 con él y obtuviera 12 puntos de los jueces en el Mundial de 2019/21. Dices tú de intimidante.
Problema de A. Selivanov, VII Copa del Mundo de la FIDE 2019
Steffen Slumstrup Nielsen. Y fin de fiesta con el más reciente ganador en la sección de estudios (ya había sido tercero en 2016/18), que es también el único occidental de nuestro jefazos team. Exageraría si digo que Pervakov y el danés comen en la misma mesa, pero es innegable que desde su sensacional irrupción en 2012, con 37 abriles ya, tiene a la tropa con la boca abierta. Redactor de una revista de informática, jugador pasable (2244 como mejor ELO) pero con conocimientos muy superficiales de la composición clásica, ganó un torneo de homenaje a Jan Timman con su tercer trabajo serio (relegando este monumento de Afek a la segunda plaza), y su subsiguiente explosión de creatividad ha sido de tal calibre que en apenas una década sumó el exorbitante puntaje con el que la WFCC concede el título de gran maestro. Su enfoque de la composición es bastante distinto del tradicional, consistente en concretar una idea (típicamente, una espectacular posición de mate) a partir de una introducción convincente y un desarrollo lo más vistoso posible. A Slumstrup Nielsen, por el contrario, lo que le interesa es la dinámica: hilvanar funambulescas combinaciones de movimientos inspiradas por temas problemísticos o fragmentos de partidas reales; y tanto le da si esto sucede al comienzo, a medias o al final del estudio. En la marcianada que remata esta entrada, por ejemplo, lo «fundamental» ocurre en las jugadas 3 y 4 de ambos ambos. El blanco da jaque, el negro opone una pieza; esta se captura de nuevo con jaque, pero la pieza que captura queda clavada, por lo que se puede interponer una segunda pieza, aunque sea en un lugar inverosímil, sin riesgo; y entre tanto, como en un duelo en el Salvaje Oeste, ambas damas quedan frente a frente, sin protección de ninguna clase. En cuanto al resto, hasta el total de 19 movimientos de que consta el estudio, no paséis cuidado, que muy terrestre tampoco es.