La música: “Summer’s cauldron – Grass” de XTC
Simpáticos bichos, los grillos. Si estás de malas y los miras un poco al bies puedes llegar a confundirlos con los seres más repugnantes del reino animal, o sea las cucarachas, pero sería hacerles una terrible injusticia. He aquí algunas razones por las que merecen toda nuestra estima:
- Su fascinante anatomía: tienen los oídos en las rodillas de las patas delanteras. Para los que usamos gafas esto podría ser más una complicación que una ventaja, pero a la hora de conseguir trabajo como extra en la próxima entrega de Star Trek no tendría uno rival.
- ¿Necesitáis una conciencia de fiar para un muñeco de madera que acaba de cobrar vida? Ya sabéis que podéis contar con ellos.
- Son útiles como termómetro de emergencia. El tipo con cara de grillado de al lado, un científico llamado Amos Dolbear, comprobó en 1897 que si N son los cricrís que produce un grillo al cabo de un minuto entonces 10+(N-40)/7 es, grado arriba grado abajo, la temperatura que hace en ese momento.
Se sobreentiende que para que este termómetro orgánico carbure se precisa un cierto calor; los grillos lo necesitan para motivarse, pues cantan para seducir a sus hembras. Poco se les ha oído hasta ahora, con este junio tan atípico que hemos tenido. Dicen que puede ser el verano más fresco desde 1816. No sé lo que opinan al respecto los teóricos del cambio climático; igual es que hasta aquí se hace notar el enfriamiento de la economía…
Sea como sea, yo necesito a los grillos, porque para mí son un ingrediente del verano tan fundamental como el granizado de limón y el Tour de Francia. Así que os animo a que me ayudéis a hacerlos asomar, por ejemplo abriendo esta noche las ventanas de par en par y poniendo a buen volumen “Summer’s cauldron – Grass”, la “bicanción” con que XTC abrieron su fantástico Skylarking.
Summer’s cauldron – Grass / XTC
Summer’s cauldron – Grass / XTC letras y traducciones
Acerca de XTC tendría que escribirse una tesis doctoral. Una tesis que explique por qué el que podría ser perfectamente considerado como el grupo pop británico más importante de los ochenta ha sido y sigue siendo tan ignorado por el gran público. Igual por el nombre tan chusco que eligieron, que parece más una marca de bicicletas que otra cosa. (Vale, deletreado en inglés suena más o menos como “éxtasis”, pero hay que caer en eso). Surgidos a finales de los setenta al rebufo de la explosión punk y new wave, se transfiguraron casi por arte de magia una década después, cuando el grupo pasó a ser un trío y abandonó los escenarios a causa de los ataques de pánico de Andy Partridge, el autor de la mayoría de sus canciones. Lo normal es que se hubieran separado; estos, por el contrario, se marcaron de corrido tres discos excelsos: Skylarking (1986), Oranges and lemons (1988) y Nonsuch (1992).
Desde luego, si no son más conocidos no será por falta de melodías brillantes, bien construidas y con gancho. Canciones como Ballet for a rainy day (también en Skylarking) The mayor of Simpleton (en Oranges and lemons) o The bird performs (en Nonsuch) son de las hacen, perdonad la ordinariez, que se te caigan los pantalones al suelo.
Salvo algunos exagerados como Korchnoi o Ivanchuk, ni siquiera los jugadores de élite tienen o han tenido el ajedrez como única pasión. Con los años, Karpov ha atesorado una inmensa colección de sellos sobre deportes; Petrosian le daba al ping-pong la mar de bien; y Smyslov fue un barítono de gran nivel, hasta el punto de que solo tras una audición fallida en el Bolshoi, ya casi con 30 años cumplidos, decidió hacer del ajedrez su profesión. Lo que ya no se esperaría uno de un devoto al juego-ciencia, en especial si es de los que habitan la zona noble del escalafón, es que lo compagine con el póker, y no digamos ya que sea un apostador de éxito en las mesas más importantes del circuito.
Tal es el sorprendente caso del ruso Alexander Grischuk, nuestro invitado de hoy. Para Grischuk el ajedrez no es una ciencia, y mucho menos un arte; es un juego en el que solo vale ganar, y lo de menos es el modo, siempre que sea legal (“la mayor pamplina que se ha dicho sobre el deporte es eso de que lo importante es participar”, afirma). Grischuk se apura de tiempo con mucha frecuencia, pero no solo no le afecta sino que incluso lo busca, porque con sobrecarga de adrenalina es cuando mejor juega. Lo hace tan bien, de hecho, que ha sido campeón mundial de partidas relámpago (a cinco minutos) dos veces, en 2006 y 2012. Pero ojo con él en la modalidad clásica, porque amén de anotarse el torneo de Linares de 2009, disputó el Torneo-Campeonato del Mundo de México en 2007 y los torneos de Candidatos de 2011 y 2013. En 2011 estuvo a un pelo de llevarse el premio gordo, aprovechando el sistema de eliminatorias en que se organizó la competición: duelos al mejor de cuatro partidas (seis en la final) y desempates a partidas rápidas. Su estrategia fue muy simple: tablas sin lucha cuando llevaba blancas, aguantar como fuera con negras, y luego a la lotería del tie-break. Así se cargó a Aronian en cuartos y al excampeón Kramnik en semifinales; solo Gelfand, en la sexta partida de la final, fue capaz de quebrar su resistencia. Su hábitat natural en la última década han sido los puestos 10-20 del ranking; precisamente es en la actualidad cuando ocupa su mejor puesto de siempre (quinto).
Todavía es joven, pero conociendo su estilo me sorprendería que Grischuk vuelva a redondear una partida tan fenomenal como la que le enfrentó al azerbaiyano Gashimov en el mundial por equipos de Bursa (Turquía) hace tres años. Gashimov (entonces séptimo del mundo y hoy por desgracia retirado, esperemos que no permanentemente, a causa de un tumor cerebral) desata un feroz ataque ante el que Grischuk, más gambler que nunca, se juega el todo por el todo y embarca a su rey en un peligrosísimo paseo de norte a sur del tablero. Estas cosas solo salen bien una de cada mil veces, véase sin ir más lejos la partida Szabo-Euwe de las pasadas Navidades, pero la de hoy es la excepción que confirma la regla. Tras el duelo, Grischuk reconoció que aquel había sido uno de los momentos más felices de su carrera. Pues sí; por muy resultadista que seas, supongo que debe de dar su gustillo firmar una partida que lleva camino de consagrarse entre las mejores del siglo XXI.
11 de enero de 2014:
Malísimas noticias. Gashimov no pudo superar sus problemas de salud y falleció ayer en un hospital alemán; una pérdida más que sensible, sin duda alguna, para el ajedrez contemporáneo.