La música: “Send in the clowns” de Barbra Streisand
Según el calendario maya el fin del mundo tendrá lugar el 21 de diciembre de 2012, o al menos así lo afirman algunos pirados. Menos mal que los dioses precolombinos ya se jubilaron, pues dado su sanguinario carácter y la gravedad de la blasfemia que supone el que Lady Gaga lleve vendidos 23 millones de discos y 64 millones de singles, un meteorito bien gordo nos caía como mínimo.
Ay, qué tiempos aquellos en que para ser una diva de la música hacían falta más cosas que un alias petardo, un vestuario todavía más petardo y una cierta habilidad gimnástica. Cosas como, por ejemplo, voz. Como, por ejemplo, la de la diva entre las divas del musical americano, Barbra Streisand.
Una gran voz no es solo cuestión de tesitura y timbre: precisa también control, lirismo y expresividad. Os invito a que comprobéis hasta qué punto Streisand da la talla en todas estas facetas escuchando la asombrosa “Send in the clowns”, canción del musical A little night music estrenado en Broadway en 1973 con partitura de Stephen Sondheim. “Send in the clowns” (“que entren los payasos”) es un dicho del teatro: si la función no está desarrollándose como esperas, haz alguna broma para ganarte la complicidad del público.
La protagonista de A little night music es Desirée, una actriz en edad difícil que disfrutó de su turbulenta juventud con montones de amantes, entre ellos un perdidamente enamorado Fredrik que llegó a proponerle, sin éxito, matrimonio. Algunos años después Fredrik reaparece casado con una adorable chiquilla de apenas 18 años, pero tiene un problema: la niña es todavía virgen y se niega de momento a dar el paso decisivo. (Vale, vale, es risible, pero la obra está basada en la película Sonrisas de una noche de verano de Ingmar Bergman, así que un respeto, por favor). Fredrik y Desirée echan una cana al aire por los viejos tiempos y, pocos días después, esta cae en la cuenta de que en realidad lo ama de verdad. Así pues, le pide que abandone a la joven y se vaya con ella; pero Fredrik, que bebe los vientos por la niña, se disculpa por el malentendido y se marcha. Postrada en la cama, llena de tristeza e ira hacia sí misma y la manera en que ha malgastado su vida, nos regala esta agridulce obra maestra:
Send in the clowns / Barbra Streisand
Send in the clowns / Barbra Streisand letra y traducción
El vasto catálogo discográfico de Barbra Streisand impresiona bastante menos que su voz y tras escuchar cualquiera de sus álbumes uno puede acabar con unos niveles de azúcar en sangre hasta peligrosos. El problema está sobre todo en los arreglos superpegajosos que gasta, porque no se separa de la orquesta ni para ir al aseo. Especial peligro encierran sus duetos, a veces con cómplices tan temibles como Barry Gibb o Celine Dion. Menos mal que a veces los violines aflojan un poco:
- House of flowers es un musical de 1954 de Harold Arlen que pasó sin pena ni gloria, a pesar de que el libreto lo firmaba Truman Capote y contenía una espectacular canción, Sleepin’ bee. Se supone que la interpretación canónica es la de Mel Tormé, un crack del que tendré que ocuparme un día de estos, pero me quedo con la de Streisand de todas todas.
- A estas alturas la letra de Can’t help lovin’ dat man (mi hombre es un bandarra y un cafre pero me da igual, es mi hombre) chirría pero en 1927 —la canción pertenece al musical Show boat estrenado ese año— las cosas se veían de modo muy distinto, sobre todo si la mujer era negra. Quedémonos, no obstante, con todo el sabor sureño de este buen blues, cortesía del binomio Jerome Kern-Oscar Hammerstein II. Un gran aliciente de la versión de Streisand es un señor que toca la armónica de manera ejemplar, un tal Stevie Wonder.
- Como casi siempre el acompañamiento es hipercalórico, pero la melodía de The way we were es lo suficientemente solvente para que no se note demasiado. Oscar a la mejor canción de 1973, y también a la mejor película, en la que Streisand como activista de izquierdas y Redford en plan galán indolente hacían una improbable pero efectiva pareja.
Por cierto, ya que ha salido el tema de canciones ganadoras del Oscar: en 1991 lo ganó otra melodía de Sondheim, “Sooner or later (I always get my man)”. No es tan buena como “Send in the clowns”, eso sería mucho pedir, pero no está nada mal… salvo porque la canta otra presunta diva, Madonna. En Youtube hay un vídeo (si es que cuando leais estas líneas aún no lo ha impedido el FBI) con su interpretación en la ceremonia de entrega de los Oscar de ese año, en la que tuvo el desahogo de aparecer vestida como un clon barato de Marilyn Monroe. Si habéis cenado hace poco y tenéis “Send in the clowns” aún fresca en la memoria, que no se os ocurra ni mirarlo porque da arcadas.
Lev Ilyich Loshinsky (1913-1976), profesor de Matemáticas de la Universidad Estatal de Moscú, es sin discusión uno de los más grandes compositores de problemas de la historia y muy probablemente el más destacado en la especialidad de “mate en 3”. Ganó un sinfín de campeonatos soviéticos y otras competiciones y cuando la FIDE creó el título de gran maestro de composición en 1972 fue uno de los primeros cuatro elegidos para recibir el galardón.
En el problema de hoy, una de sus creaciones más logradas, introduce un tema muy novedoso y espectacular, bautizado después como “imán de Loshinsky”. Por lo general, la belleza de un mate en 3 no radica tanto en la jugada o el plan ganadores, que por fuerza no pueden ser muy rebuscados por lo reducido del número de movimientos, sino en los motivos geométricos y/o dinámicos que se despliegan según el negro ensaya sus diferentes defensas. Os aseguro que lo que estáis a punto de contemplar supera todos los límites, así que disfrutadlo con la pausa que merece.
Problema de L. Loshinsky, I Campeonato de la URSS 1947
Supongo que ya se os ha quedado claro por qué a este hombre se le considera el mago de los mates en 3, pero por si os queda alguna duda ahí van algunos más igualmente portentosos:
- Uralsky Rabochy, 1946. Tres variantes principales, dependiendo de la defensa del negro. En cada una de ellas, en la posición de mate, tres piezas negras quedan clavadas a la misma vez. Según el gran maestro Milan Velimirović, una de las más grandes maravillas jamás creadas en un tablero.
- Match URSS-Paises Bajos, 1956/57. A ver qué os parece este. El blanco tiene tres ensayos (en el argot problemístico, se llama ensayo a una jugada inicial que es “casi” la solución del problema, pero falla por algún detalle) que el negro defiende, respectivamente, capturando un peón en e3 con alfil, dama o torre. Tras la clave (la jugada inicial que sí es la solución) el negro intenta repetir las defensas anteriores, pero la diferencia es que la correspondiente pieza negra queda clavada, y el mate llega siempre de manos del mismo caballo, en casillas diferentes según la pieza movida por el negro, y siempre en una casilla donde podría ser capturada por esta de no estar clavada.
- 64, 1974. Una vez más, tres variantes relevantes, en las que el mismo peón negro mueve de modos diversos. El blanco debe entonces colocar en una cierta casilla clave tres piezas distintas (la pieza depende de la forma en que haya movido el peón). Y, por si fuera poco, en cada uno de los casos, la posición se resuelve con un Novotny (un tema clásico en composición del que os hablaré largo y tendido de aquí a unas entradas). Habla John Nunn: “un problema perfecto desde todos los puntos de vista”.