La música: “I shot the sheriff” de Bob Marley and the Wailers
Por lo que sea no había dirigido todavía mi dedo acusador a los críticos literarios, unos pedantes personajes que escriben tan incomprensiblemente como los secretarios judiciales, y que te consideran un retrasado si no captas algo tan obvio como que Herman Melville tenía un complejo de Edipo de aúpa y Moby Dick no era más que su padre sublimado. Tienen por fuerza que ser algunos de ellos los que, a falta de mejor negocio, redactan esos infumables textos de bachillerato de Lengua y Literatura que han espantado de las letras a generaciones de adolescentes.
Me ha venido el tema a la cabeza cuando leía las especulaciones de Geoffrey Philp, un profesor jamaicano que enseña escritura creativa en un college de Florida (el mismo, por cierto, que acaba de incorporar a su panel de ilustres docentes a la inefable Carme Chacón), sobre el significado de “I shot the sheriff”, una de las canciones más icónicas del ya de por sí icónico profeta del reggae Bob Marley.
Marley era un ferviente rastafari, el más colorinero culto religioso (tal vez con la excepción de la Iglesia Maradoniana) que se ha inventado últimamente. El movimiento rastafari sostiene la imaginativa teoría de que los judíos verdaderos residen en Etiopía, descendientes como son del amancebamiento entre el mítico rey Salomón y la no menos mítica reina de Saba. Haile Selassie I, emperador etíope entre 1952 y 1974, y supuestamente el monarca número 225 de la línea dinástica que arranca de la mestiza pareja, ocupa como es natural un lugar preminente en su hagiografía. Dependiendo del tipo de hierba que haya fumado quien te lo diga, es o bien Dios Padre hecho carne, o simplemente un segundo mesías. He dicho “es”, y no “fue”, porque aunque teóricamente murió en cautividad un año después del golpe militar que lo derrocó, su inmortalidad es indiscutible (Marley escribió incluso una canción al respecto, “Jah live”).
El objetivo de todo devoto rastafari ha de ser viajar a la tierra prometida, es decir, Etiopía, pero como prudentemente resaltó Selassie durante una multitudinaria visita a Jamaica en 1966, cercado por los vapores de la marihuana y los tam-tam de los bongos, “liberación antes que repatriación”. Es aquí donde irrumpe el profesor Philp, diciendo, y transcribo literalmente, que el “sheriff” de la canción “representa la antítesis de la libertad —los represivos códigos de conducta codificados en forma de leyes que sirven a los opresores y han sido interiorizados como los códigos de conducta ‘correctos’; en la mitología occidental, es el dragón al que hay que destruir”.
Pues vaya ojo clínico el del eminente colega de nuestra exministra de Defensa (disculpad que me cebe, pero es que me parto con el fichaje, solo les faltó llevarse a Kaká). Y no digamos ya cuando disecciona otra de las frases de la canción, “Cada vez que plantaba una semilla, él decía ‘arrancadla antes de que crezca'”, y deduce que lo de la “semilla” es metafórico y sirve para describir cualquiera de las ideas “peligrosas” que abrazan los rastafaris. A ver, panoli, ¿no te resulta sospechoso que Marley, que murió con apenas 36 años, tuviese 11 hijos reconocidos? Basta leer las declaraciones de Esther Anderson, la novia de Marley cuando compuso la canción, para saber que el tema nace de su frustración al enterarse de que la chica llevaba meses tomando la píldora anticonceptiva a sus espaldas. Así que el sheriff es, ni más ni menos, el ginecólogo que le recetaba las pastillas.
¿Y “the deputy”? Yo lo he traducido como “el ayudante”, porque en el contexto de la canción es la manera más natural de resolver la ambigüedad, pero no olvidéis que en inglés “the” sirve indistintamente para el género masculino y el femenino. Blanco y en botella…
I shot the sheriff / Bob Marley and the Wailers
I shot the sheriff / Bob Marley and the Wailers letra y traducción
Si sois de los que les gusta rebañar el plato, os sugiero un periplo zigzagueante que bien podría tener como primeras paradas Exodus (1977), su disco más popular (como para no serlo con cosas como Jamming o Three little birds), Burnin’ (1973), el de “I shot the sheriff” y el último que reunió al trinomio mágico del reggae Marley-Peter Tosh-Bunny Wailer, y el casi póstumo Uprising (1980), siquiera por no perderse la imponente Could you be loved.
Si os basta con un tentempié, el recopilatorio Legend es de lo más nutritivo; puede haber un poco de tocino sobrante, pero no falta una sola de las imprescindibles.
Hace tiempo que quería dedicar una entrada a la apertura que encarna como ninguna otra la etapa romántica del noble juego: el gambito de rey o, como Antonio Gude titula uno de sus libros, “el rey de los gambitos”. Sin embargo, me ha costado elegir una partida que le hiciese adecuada justicia. No por falta de oferta, sino por lo contrario; y porque cuando más espectacular y brillante es la partida, más probable es que se encienda el piloto rojo cuando se pasa por el tamiz implacable del ordenador; es como buscar una aguja en un pajar.
En caso de duda siempre hay que preguntar a los que saben, y ninguna voz tan autorizada como la del legendario David Bronstein, que en los cuarenta rescató el gambito de las catacumbas y lo reintrodujo con gran éxito en la alta competición. Y en su libro 200 partidas abiertas Bronstein escribe: “El doble gambito Muzio, por si solo, es suficiente para que los jugadores de ajedrez deban gratitud eterna al gambito de rey”.
¿Qué es eso del “doble gambito Muzio”? Pues una lunática sublínea que ha traído de cabeza a los expertos siglo y medio en la que el blanco, no satisfecho con regalarle el caballo de rey a su adversario en la quinta jugada (el gambito Muzio “de serie”, por así decir), le entrega también un alfil tres movimientos más tarde. A todo esto, el gambito “Muzio” se debería llamar gambito “Polerio”, ya que fue el italiano Giulio Cesare Polerio (c. 1550 – c. 1610) el primero en mencionarlo en uno de sus códices. La confusión proviene de un error de Jacob Sarratt al traducir un tratado de Alessandro Salvio (contemporáneo de Polerio y el mejor jugador de su tiempo) en 1813. Según la version de Sarratt, el gambito le fue enviado a Salvio por un tal “Signor Muzio”, pero lo que el original italiano dice exactamente es que Mutio (no Muzio) d’Alessandro, un ajedrecista de tercera de la Academia de Nápoles, vio como lo jugaba otro experto de la época, un sacerdote de Piazza llamado Girolamo Cascio. Por su parte, el progenitor del doble gambito Muzio fue nada menos que el enorme Paul Morphy, que lo usó con éxito frente a un aficionado en 1857 (aunque para ser precisos, en este caso habría que hablar de un “triple” gambito, porque Morphy dio además a su oponente la ventaja de jugar desde el principio sin el caballo de dama).
Así pues, hoy se tratará de un doble gambito Muzio, el más interesante que he podido encontrar. Como en el fondo era de temer, los nuevos y potentísimos programas arrojan bastantes sombras sobre toda la variante, pero hasta la jugada 13 la línea seguida en la partida es la que en ese momento, y tras décadas de práctica, se consideraba crítica. Es entonces cuando el blanco se saca de la manga una brutal novedad que pone el tablero patas arriba y que implica (sí, lo habéis adivinado), ¡la entrega de una tercera pieza! No os perdáis una posterior variante, con sacrificio de dama incluido, que es más bonita incluso que la que se jugó en la partida.
No hay mucho que decir del vencedor de la partida, John C. Yoos, un discreto maestro FIDE nacido en Minnesota y afincado en Canadá que no obstante, y no por su gusto, ocupó el verano pasado algunos titulares de la prensa norteamericana. Por lo visto, un amigo al que no había visto en años se lió en Nueva York a martillazos con un pobre turista español, que estaba en un parque disfrutando del almuerzo con su novia. Cuando la policía lo detuvo, al loco del martillo le dio por identificarse como “John C. Yoos”, de Canadá, lo que como cabe suponer acarreó no pocas complicaciones a nuestro protagonista de hoy. ¿Otro oponente al que había triturado con el doble gambito Muzio, que se la tenía guardada y decidió vengarse con este truculento recurso? Cualquiera sabe; hay tanta gente rara por esos torneos de Dios…