Ahora que Estados Unidos padece una ola de frío que ha batido récords en 118 años de cómputo meteorológico, mi familia y yo hemos decidido dar una bofetada a la lógica y pasar el último fin de semana del mes en Nueva York. Y para entrar en calor, qué mejor que dirigir nuestra mirada a Eau Claire, Wisconsin, lugar que acredita en enero una media histórica de -4ºC de máxima y donde reside una de las sorpresas más agradables del reciente indie estadounidense: Justin Vernon.
Recién salido de una doble ruptura, artística y sentimental, y mermado por una mononucleosis que no terminaba de curarse, Vernon decidió limpiarse a fondo: le pidió a su padre las llaves de una cabaña de la familia y, pertrechado con unos cuantos DVDs de Doctor en Alaska (¿por qué ya no emiten series así?), allí se marchó a pasar el invierno de 2006. Los remedios del entrañable Dr. Fleischman debieron de obrar milagros en su cuerpo y en su alma; se descubrió cantando en falsete, empezó a improvisar composiciones y terminó cociendo un disco casero al estilo del primer Mike Oldfield. En uno de los episodios de Doctor en Alaska los habitantes de Cicely celebran la primera nevada del año saliendo a la plaza del pueblo, abrazándose y deseándose “Bon hiver” (“buen invierno” en francés). De ahí proviene, ligeramente transliterado, el nombre que eligió para su “grupo”.
A partir de entonces todo comienza a ir muy deprisa, puede que demasiado. En palabras de Vernon, “fue como si su vida estuviera pasando del blanco y negro al color”. El disco, For Emma, forever ago, se vende sorprendentemente bien y un EP de transición conduce a una colaboración tan inesperada en lo musical como en lo climatológico (se fue a grabar a Hawái con el notorio rapero Kanye West); entretanto rehace su vida amorosa con la cantautora canadiense Kathleen Edwards. La confirmación llega con el segundo álbum, Bon iver, bon iver. Aparte de ganar en las categorias de artista revelación y mejor álbum alternativo, “Holocene”, el corte que estáis a punto de escuchar, consiguió una nominación a los Grammys como mejor canción del año; una verdadera hazaña en un escaparate mucho más propicio a la Adele o la Beyoncé de turno que a un tipo con camisa a cuadros y pinta de leñador. Pero cuidado porque el círculo puede estar empezando a cerrarse: ha cortado con la Edwards y declarado “indefinidamente” aparcado el proyecto Bon Iver. Me lo veo enclaustrado otra vez en la cabaña a poco que pille una hepatitis o algo así.
Vamos a la canción. He hecho lo que he podido para sacar la traducción adelante, pero la letra tiene bastante miga así que no garantizo los resultados. Como sabéis el Holoceno es el periodo geológico en que vivimos actualmente; abarca unos 12000 años, desde la última glaciación, y corresponde, por así decir, a la mayoría de edad del Homo sapiens; pero “Holocene” es también el nombre de un bar de Portland donde, en palabras del propio Justin, “su espíritu pasó una noche oscura”. Las tres estrofas evocan momentos concretos de la vida del cantante: una accidente en Halloween, el incendio de un local de Eau Claire donde ensayaba con sus colegas, un canuto fumado con su hermano junto al árbol de navidad. Momentos malos, de bajón, pero también de pasar página y mirar hacia adelante; el Holoceno como metáfora de la inmensidad que nos rodea, frente a nuestra relativa irrelevancia. Lo que no impide que seamos especiales, porque hasta una tenue huella rosada en el borde del cielo engrandece una puesta de sol.
Pero ya está bien de cháchara: ¡os dejo que tengo que comprar un par de camisetas térmicas para el viaje! 🙂
Holocene / Bon Iver
Holocene / Bon Iver letra y traducción
“Flume” (For Emma, forever ago, 2007), “Woods” (Blood bank, 2009) y “Calgary” (Bon iver, bon iver, 2011).