La música: “Cantaloupe Island” de Herbie Hancock
El domingo pasado una noticia conmocionó a media España: Cristiano Ronaldo está triste. Así que me veo obligado a cambiar de urgencia la entrada que tenía preparada para esta semana; la actualidad manda.
Las redes sociales hierven con comentarios sobre el porqué de la desdicha del astro portugués, planteando hipótesis de lo más audaces. Es evidente que la subida del IVA de las peluquerías del 8 al 21 por ciento va a dejar cierta huella en sus arcas; y sin duda la nueva camiseta del Madrid para esta temporada, sin cuello que poder subirse, ha debido contrariarlo. Se rumorea incluso que el equipo de científicos del CERN que demostró la existencia del bosón de Higgs ha conseguido nuevos datos con el Gran Colisionador de Hadrones que confirmarían, sin apenas margen de error estadístico, que Cristiano no es el centro del Universo.
Por mi parte opino que, como casi siempre, la explicación más sencilla es la correcta. La angustia de Cristiano tiene la misma causa que la de tantísima gente por estos días de septiembre, y no es otra que la lorza veraniega. Es verdad que lo que él mide en milímetros los mortales corrientes y molientes lo calculamos en unidades enteras (michelines), pero lo que cuenta es la desviación relativa. Ya me lo indicó proféticamente mi hijo, que se fija mucho en estas cosas, hace un par de jornadas: “Parece que la tableta de chocolate se le ha derretido un poco”. No me extrañaría que algún bromista le haya pegado una foto reciente de su tocayo en la taquilla, con la leyenda “Ojo, que este también estaba flaco al principio”; añadidle a eso la proverbial melancolía que todo luso lleva en sus genes y claro, al final el chico se ha venido abajo.
Señor, cómo me carga este fútbol de gomina y pasarela, de Irinas y Shakiras; estamos a una uña de ver a Anne Igartiburu hacer las entrevistas a pie de campo (más vergüenza ajena que con la Carbonero es imposible que pasáramos, todo sea dicho). A mí dadme el fútbol recio de antes, para hombres curtidos, de brazos en cabestrillo y cabezas descalabradas. Donde los entrenadores iban de chándal, so pena de ser tildados de mariposones por el respetable, y si algún tatuado pisaba el césped eso es que era defensa central, argentino y había pasado la adolescencia en un correccional. Un fútbol con horarios como Dios manda, y no esta diarrea pay per view que padecemos ahora, cuando acudías al estadio el domingo con la tarde con el transistor, los del Carrusel Deportivo te cantaban los goles del resto de campos, y regresabas a casa con la jornada despachada.
Y así me ha venido a la memoria “Cantaloupe Island”, una de las sintonías que usó Carrusel Deportivo durante años. Es la composición más celebrada de Herbie Hancock, uno de los arquitectos del nuevo jazz que se abrió paso a finales de los cincuenta y principios de los sesenta incorporando influencias del bob, el cool, el jazz modal y no sé cuántas cosas más. Y pensar que aún habrá quien prefiera el waka-waka…
P.S. En 1993 el grupo de jazz-rap Us3 adaptó el tema con tan tremendo éxito que Hancock, con mucho sentido del humor, empezó a presentar su pieza en los concertos como “una versión de la famosa canción de Us3”. Yo opino que el hip-hop debería haberse ilegalizado hace tiempo y puesto a la sombra a todos los raperos, pero tal vez los de Us3 se merezcan algún beneficio penitenciario porque el “Cantaloop (Flip fantasia)” este tiene su salerillo, para qué vamos a disimularlo.
Cantaloupe Island / Herbie Hancock
Cantaloupe Island / Herbie Hancock
Cantaloop (Flip fantasia) / Us3
Cantaloop (Flip fantasia) / Us3 letra y traducción
En 1986 Bertrand Tavernier estrenó una notable película, “Alrededor de la medianoche”, que narraba el crepúsculo de un alcoholizado saxofonista de jazz (de nombre “Dale Turner” pero fuertemente inspirado en Lexter Young y Bud Powell) en el París de los años cincuenta. Dos eran sus principales bazas. Una, la solvente interpretación de Dexter Gordon, un músico en la vida real de muchos quilates que compartió escenario con Powell (y estudio con Herbie Hancock, por cierto, en otra de las piezas fundamentales de este, Watermelon man). La segunda, una sustanciosa banda sonora, producida por Hancock y grabada en directo. Gordon consiguió una nominación a los Oscar por su trabajo y Hancock lo ganó, en feroz (y no exenta de polémica) competencia, con La Misión de Ennio Morricone.
Aunque en el filme se supone que Turner es un músico de bebop, Hancock se decantó por un sonido más ecléctico, en parte para dar vuelo a un panel de colaboradores que incluyó a gente tan ilustre como Chet Baker, John McLaughlin y Wayne Shorter. Con todo el disco tiene sus altibajos, siendo lo mejor de aquí a Lima una versión de Round midnight que no sé si llamar “cantada” o “instrumental”, porque Bobby McFerrin usa esa portentosa voz que Dios le ha dado para remedar el timbre de una trompeta. Dicho así suena estrafalario pero el efecto es sublime; no en vano esta interpretación le valió un Grammy como mejor vocalista de jazz y tiene mucho que vez, intuyo, con el Oscar que consiguió la banda sonora.
En la columna que escribe para The Huffington Post, Lubomír Kaválek se refiere a problemas y estudios como el de hoy como del tipo “Rey Tut” (“Tut” de Tutankamón). No sé si es terminología aceptada en el mundo de la composición, pero más acertada no puede ser, como entenderéis cuando veáis el sarcófago de peones en que acaba encerrado el rey negro. Sarcófago, por cierto, donde también queda hueco para su homónimo blanco.
El autor de este sorprendente estudio es el galo Frédéric Lazard (1883-1848). Amén de afamado compositor, Lazard se ganó la vida como periodista y llegó a ser un jugador bastante decente, subcampeón de Francia en 1925 y 1926, en la segunda ocasión empatado a puntos con André Chéron, otro compositor de gran fuste. Es también conocido por haber ganado una de las partidas más cortas de las que se tiene noticia, jugada en París alrededor de 1922: 1.d4 d5 2.b3 Cf6 3.Cd2 e5 4.dxe5 Cg4 5.h3 Ce3 y el blanco abandonó. Se supone que la víctima fue el tetracampeón francés Amédée Gibaud aunque este, comprensiblemente abochornado, nunca lo reconoció.
Estudio de F. Lazard, L’Italia Scacchistica 1946
Tengo la impresión de que la mejor versión de Lazard aparece en los estudios del tipo “blancas juegan y hacen tablas”, donde, como acabáis de ver, es capaz de idear escapes de lo más variados y pintorescos. Un buen ejemplo es el estudio de peones publicado en Ceskoslovensky Sach, de 1930: seis peones blancos se enfrentan a los ocho negros y en la posición final solo estos últimos permanecen en el tablero. También merece atención el de Tijdschrift van den KNSB, 1946, con una fortaleza reminiscente de la del estudio de Hašek del pasado enero, al que antecede unos años.
Muy recomendable, por diferentes motivos, es su estudio en L’Eclaireur de Nice, 1928, una clásica carrera de peones de torre en lados opuestos. Lo normal en estos casos es que gane el primer bando que corona, porque su dama engulle a la vecina del otro extremo de la diagonal. Aquí, por el contrario, la digestión resulta mucho más pesada de lo esperado.