Steely Dan y Yehuda Hoch

La música: “Gaucho” de Steely Dan

El plagio ha existido en el arte desde que el mundo es mundo y la música no iba a ser una excepción. Por no irnos muy atrás, que hasta Mozart podría no salir bien parado, observad la lista de grandes grupos que en una u otra ocasión han sido pillados con el “carrito del helado” y han tenido que pasar por caja: los Beatles, los Rolling Stones, Led Zeppelin (estos con alguna frecuencia), Oasis, Radiohead, Coldplay…

Salvo en casos muy obvios, son asuntos complejos de dilucidar y no siempre el demandante se lleva el gato al agua. John Fogerty, exlíder y principal compositor de Creedence Clearwater Revival, fue acusado de plagiarse a sí mismo por la discográfica que poseía los derechos de la banda, pero Fogerty, guitarra en mano, fue capaz de convencer al juez de lo contrario. Eso sí, si no hay demandante no hay culpable, por muy presunto, o presuntosísimo, que este sea. Atención al siguiente ejemplo porque no puede ser más bochornoso.

The Shocking Blue, un grupo holandés de principios de los setenta, estaría ya más que olvidado de no ser por “Venus”, un tremendo bombazo con el que colocaron cinco millones de singles. Su presunto compositor, Robbie van Leeuwen, se retiró “agotado” de los escenarios bastante pronto y no ha hecho más que gandulear toda su vida a costa de los pingües royalties de la canción. Por si fuera poco, ha tenido la potra de que una gran marca la use regularmente en su publicidad (¿recordáis la musiquilla de la “Gillette Venus”, chicas?; pues esa). El caradura presumía de que la inspiración para componerla le había venido de repente, mientras hacía sus necesidades. Lo único cierto de eso es lo mal que olía el asunto, porque la música copia casi nota por nota la de “The banjo song”, canción del oscuro y efímero trío folk americano The Big 3 (una de sus componentes, Cass Elliot, triunfaría más tarde con The Mamas and the Papas). He dicho “casi” nota por nota porque el rasgueo de guitarra de los primeros segundos no es de “The banjo song”; ¡está fusilado de “Pinball wizard” de los Who!

Descubierta la chapuza y enfrentado públicamente a la evidencia en 2007, van Leeuwen admitió a regañadientes “haberse inspirado bastante” en “The banjo song”, aunque total, qué más daba, porque “en el fondo todos los blues son iguales”. ¿Cómo es posible que Tim Rose, el autor de “The banjo song”, no levantara en peso al golfo este en un tribunal? Buena pregunta. Rose murió en 2002, antes de la confesión de van Leeuwen, pero seguro que escuchó “Venus” alguna vez y tuvo que darse cuenta. Un detalle interesante es que Rose usó para “The banjo song” la letra de “Oh! Susanna”, esa viejísima canción “del oeste” tan conocida, si bien la melodía es completamente diferente. Quién sabe si un buen día, en algún local polvoriento de Texas u Oklahoma, se la oyó justo así a algún anónimo muerto de hambre, y tenía mala conciencia por habérsela birlado…

Como comprenderéis, no voy a hacer propaganda extra al bucanero de van Leeuwen poniendo la canción, que además está más vista que Jordi Hurtado. En su lugar disfrutaréis de uno de mis plagios predilectos, “Gaucho” de Steely Dan. En términos biológicos, el huésped de esta historia fue Keith Jarrett, un pianista de primera línea que ha tocado todos los palos habidos y por haber, incluido el concierto clásico, pero al que se le recordará sobre todo por su modo radicalmente nuevo de concebir la improvisación jazzística. Tras la publicación de su álbum Gaucho Walter Becker y Donald Fagen, el dúo tras Steely Dan, se declararon grandes admiradores de Jarrett en un entrevista y reconocieron haber escrito la canción homónima como un “homenaje” al pianista. Inexplicablemente, Jarrett no solo no se sintió homenajeado sino que les puso un pleito. Bueno, inexplicablemente no, porque Becker y Fagen le habían pegado un planchado de mucho cuidado a “‘Long as you know you’re living yours”, un tema que Jarrett había incluido seis años atrás en su álbum Belonging.

El litigio se resolvió a favor de Jarrett, que fue añadido como autor y se hizo acreedor, en consecuencia, a un tercio de los beneficios por la canción. ¿Fue justo el veredicto? Tal y como yo lo veo, el tema de Jarrett tiene un potencial enorme pero está un tanto desaprovechado; Steely Dan, por el contrario, hacen maravillas con él. T. S. Eliot escribió una vez: “Uno de los tests más fiables de la superioridad o inferioridad de un poeta es el modo en que toma prestado. Los poetas inmaduros imitan; los poetas maduros roban”. Visto así, “Gaucho” es un atraco a mano armada con nocturnidad y alevosía.

P.S. Las letras de Steely Dan no son nada triviales y a menudo ocultan más de lo que revelan. Por lo que he leído en los foros, “Gaucho” no es una excepción. ¿Se trata, quizás, del manager de una estrella de la gran pantalla o los deportes que regaña a su representado por su mala cabeza? ¿Estaremos, por el contrario, escuchando la rabieta del vértice despechado de un triángulo gay? Mira que si el “amigo” sudamericano no es más una oblicua metáfora de las drogas… Parece muy traído por los pelos, pero no lo descartéis porque por entonces Becker estaba metido en un lío gordísimo con la justicia, y no precisamente por hacer uso del “corta y pega”. Su novia, a la que había introducido en el consumo de todos los estupefacientes del mercado, había muerto de sobredosis en su propio piso, y la familia le reclamaba una indemnización de casi dos millones de dólares. Becker se libró, pero este turbio asunto fue uno de los factores que precipitaron la ruptura del dúo.

Gaucho / Steely Dan
Gaucho / Steely Dan letra y traducción

Más canciones redondas de Steely Dan:

Steely Dan nunca fue un grupo de rock al uso; demasiado jazz del bueno en el ADN. “Gaucho” resalta con nitidez las coordenadas de su estilo: armonías sofisticadas, compases y ritmos poco usuales, un perfeccionismo casi obsesivo y mucha, muchísima fusión. La fórmula se fue depurando a lo largo de los setenta y eclosiona en todo su esplendor en los que me parecen sus discos fundamentales, Aja (1977) y el ya mencionado Gaucho (1980). Podría recomendaros Deacon blues y Peg del primero o Hey nineteen del segundo, como mañana podría recomendaros otras y no pasaría nada, porque son álbumes sin grietas ni altibajos.

Algún malasombra ha afirmado sarcásticamente que su música es idónea para ambientar el hall de un hotel. Por mí bien, no veo donde está el problema; el hotel ideal es aquel sinónimo de distinción, elegancia, pulcritud y atención a los detalles, y eso es justamente lo que derrochan las canciones de Steely Dan.

Si tenéis curiosidad por saber dónde acaba la jeta de Becker y Fagen y empieza su genio buscad “‘Long as you know you’re living yours” por ahí y comparad, pero hay maneras mucho mejores de estrenarse con Keith Jarrett. La obvia es The Köln concert, el disco de piano solo más vendido de la historia de la música —en cualquier género—, pero My song, el álbum que publicó en 1977 con su sorprendente “cuarteto europeo” —Jan Garbarek al saxo, Palle Danielsson al bajo y Jon Christensen a la batería—, incluye tres piezas estupendas: la homónima “My Song”, “Country” y, sobre todo, la extraordinaria “The journey home”.

The journey home / Keith Jarrett
The journey home / Keith Jarrett

El ajedrez: estudio de Y. Hoch, Memorial Mandil (SEPA) 1980

La FIDE otorga sus títulos de composición (maestro FIDE, maestro internacional y gran maestro) a partir de los llamados álbumes FIDE, que recopilan los mejores problemas y estudios publicados cada trienio. Si un autor considera que un trabajo suyo merece tal distinción lo envía a una comisión de la FIDE a cargo de estos menesteres, la PCCC, que encomienda su evaluación a un panel de tres jueces. (Por ser precisos del todo, en 2010 esta comisión se constituyó como una federacion internacional independiente de la FIDE, la WFCC, pero ambas siguen colaborando en este y otros asuntos). Cada uno de ellos puede otorgar hasta 4 puntos, lo que hace un total de 12. Si la composición consigue al menos 8 puntos (en alguna ocasión se ha bajado el listón a 7.5) entra a formar parte del álbum y el autor es premiado con 1 o 1.67 puntos (o las correspondientes fracciones, si se trata de un trabajo en equipo), según que la composición sea un problema o un estudio. Cuando el autor acumula 12.5 puntos consigue el título de maestro FIDE; para los de maestro internacional y gran maestro se necesitan, respectivamente, 25 y 70; no es necesario, en ninguno de los casos, acumular los puntos en un solo álbum.

No quisiera yo tropezarme en un tribunal a jueces tan duros como estos, porque en aproximadamente un siglo que lleva el sistema en existencia apenas unos 2500 estudios han superado su severa criba. Y solo dos han conseguido la máxima calificación de 12.

La primera vez que aconteció tan singular circunstancia fue en el álbum de los años 1980/82. El estudio se debe a Yehuda Hoch y, cosa poco sorprendente dada su calidad, había ganado previamente un concurso organizado por la Sociedad Española de Problemistas de Ajedrez en memoria de José Mandil, un compositor barcelonés de cierta enjundia. Hoch, nacido en 1946, es de origen rumano pero tiene la nacionalidad israelí, país donde su familia se afincó en 1950, y en la vida real es ingeniero informático y trabaja como analista de sistemas de un banco. Su hoja de servicios evidencia que el estudio no fue flor de un día; entre 1965 y 1995, periodo en que desarrolló su actividad artística, compuso unos 250 trabajos, que le reportaron una docena de primeros premios y el título de maestro internacional en 1992. Algunos de ellos son notables, incluso brillantes, pero este tiene el sabor inapelable de los clásicos. Atención muy especial a las posiciones que aparecen en la variante que abre el estudio y tras la jugada 15 de las negras en la línea principal. Son idénticas, salvo que las piezas están desplazadas una línea arriba o abajo, pero esa diferencia lo es todo. Este recurso tan estético, más frecuente en problemas que en estudios, se conoce como eco y admite muchas variantes, según que el cambio se produzca mediante traslación, rotación o simetría, entre otros matices. El de hoy es un eco “camaleón”, llamado así porque las casillas donde se ubican las piezas cambian de color, e incluso “exacto”, ya que implica a absolutamente todas las piezas del tablero.

Antes hablé de dos estudios que han merecido la puntuación óptima. Y qué hay del otro, me preguntaréis. La semana que viene nos vemos, impacientes.

Estudio de Y. Hoch, Memorial Manil (SEPA) 1980

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