La música: “Breathless” y “Long goodbyes” de Camel
¿Quién no ha tenido alguna vez una de esas semanas en las que parece que todo te viene torcido? Has vuelto a entrarle al trapo al broncas número uno del trabajo (sí, el mismo con el que te juraste no discutir nunca más porque sabes de sobra que no sirve para nada). Tu hijo se ha dejado otra vez la esterilla para los abdominales en el pasillo, la has pisado sin darte cuenta y tras el resbalón y el consiguiente escorzo te has resentido de la lesión de espalda que arrastras desde hace meses y que comenzaba a remitir tras 12 sesiones de fisioterapia. Se ha encendido no sé qué luz ámbar en el salpicadero, has ido al concesionario por precaución, han detectado que hay que cambiar cierta pieza importantísima del motor y te han levantado en peso con la factura. Y claro, tras tanto acaloramiento y con lo traicionero que es el clima ahora, no te abrigas como es debido y acabas cogiendo un trancazo de padre y muy señor mío.
Hace poco pasé por una racha así. Algo había que hacer, así que acudí a la estantería donde almaceno mis cedés y desempolvé uno que guardo para este tipo de emergencias: Breathless, de Camel. No es el mejor disco de la historia, ni siquiera el mejor del grupo, pero emite en un frecuencia de onda tan primaveral y positiva que le tengo un cariño especial. Estoy seguro de que cuando escuchéis la canción que le da nombre entenderéis perfectamente a qué me estoy refiriendo.
Ojalá la música sirviera para moderar la prima de riesgo, pero es innegable su fascinante poder para modular nuestro estado de ánimo. Por otra parte: cada día que pasa es uno menos para que el pelmazo de la oficina se jubile; sabes de sobra que tus hijos son lo mejor que te ha pasado en la vida; lo del coche es la excusa perfecta para empezar a usar el transporte público o, mejor aún, caminar, que buena falta hace; y venga hombre, que un resfriado tampoco es el tifus.
Breathless / Camel
Breathless / Camel letra y traducción
Nunca he sido capaz de entender por qué Camel, para mí uno de los grupos más solventes de todos los tiempos, pasa tan desapercibido. Quizá sea porque siempre ha navegado entre dos aguas: demasiado pop a veces para pasar del todo el filtro de la ortodoxia prog, demasiado sofisticado, elegante y sutil para entrarle por las orejas al gran público. En fin, lo cierto es que canciones como “Breathless” o las que indico abajo no se han asomado ni de refilón a las listas de éxitos, lo que me parece un completo escándalo:
- El segundo disco de Camel, The snow goose, es la musicalización de la novela corta del mismo nombre (publicada en España como La gansa blanca) de Paul Gallico. La historia, muy tierna y bastante popular en el Reino Unido, narra los lazos de amistad que se forjan entre un pintor tullido, una niña y un pájaro herido, en el contexto de una Inglaterra ennegrecida por la Segunda Guerra Mundial. El disco es tan dulce y encantador como el cuento y una obra maestra absoluta, que debe disfrutarse íntegra, por lo que me niego a recomendar ningún tema en concreto. ¿Andas corto de ideas para el Día de la Madre o quieres quedar como un tío sensible y con clase ante esa chica que tanto te gusta? El combo libro-disco es el regalo ideal.
- En 1974 un japonés, Hiroo Onoda, fue noticia en las portadas de todo el mundo. Teniente del ejército nipón durante la guerra, se había negado a rendirse y había permanecido oculto en las montañas de Filipinas por espacio de treinta años. No depuso las armas hasta que su antiguo comandante le entregó en mano un despacho oficial relevándole del servicio. Camel grabó Nude en 1981 usando esta alucinante historia como hilo conductor. Es un trabajo desigual pero contiene maravillas como City life, la canción que abre el disco. Camel en estado puro con Mel Collins (saxo) y Andrew Latimer (guitarra) al nivel que cabe exigir a este par de cracks.
- Long goodbyes. Esta va aparte. En su día (eran los tiempos pre-Internet) me compré Stationary traveller solo por tenerla. Ya de por sí la melodía es grandiosa, pero es que encima tiene ese solo de guitarra del final… Mientras escribía esto me la he puesto de fondo y, cosa curiosa, se me han humedecido los ojos. Será por el resfriado.
Long goodbyes / Camel
Long goodbyes / Camel letra y traducción
En abril de 1992 me subí a un autobús y me fui a Linares, donde en ese momento se celebraban las semifinales de las eliminatorias para decidir el retador de Kasparov, el por entonces campeón mundial. Se enfrentaban por un lado Timman, holandés, y Yusupov, sovietico, y por otro el también soviético y excampeón, Anatoly Karpov, y el británico Nigel Short. En el macuto llevaba uno de mis bienes más preciados, que sigo conservando como oro en paño, una caricatura que había publicado la revista New in Chess unos años atrás. En ella aparecen Kasparov y Karpov, hechos unos vejestorios, jugando una partida bajo el letrero “Campeonato del Mundo de Las Vegas, 2035”, y al pie puede leerse: “¿Seguirán jugando uno contra otro dentro de cincuenta años?”. La caricatura era especial porque había conseguido que me la firmara el mismísimo Kasparov una vez que estuvo de visita en mi ciudad (aún me acuerdo de la mirada que me echó el Ogro de Bakú, como diciendo “¿me estás vacilando o qué?”, pero firmó, que es de lo que se trataba).
Había reservado entrada para ver una de las partidas y, como todo el mundo, daba por hecho que Karpov y Kasparov lucharían por el título por sexta vez. Mi astuto plan era esperar que Short y Karpov acabaran de jugar y, tras la presumible victoria del segundo (que tampoco era precisamente la alegría de la huerta), abordarlo y conseguir que estampara su firma en la caricatura junto a la de su archienemigo.
Fiasco total. Karpov perdió la partida y la eliminatoria, yo me quedé sin su autógrafo y Short, tras derrotar a Timman en la final de candidatos, se ganó el derecho a enfrentarse a Kasparov. Esto fue un desastre, y no lo digo por lo del autógrafo: con el señuelo de una bolsa millonaria el ruso convenció a Short para disputar el título a espaldas de la FIDE. Empezaba así el cisma que tanto ha lastrado a este deporte y que no se resolvería hasta 2006.
Kasparov trituró a Short, cuya carrera declinó a partir de entonces, pero ello no empaña lo más mínimo el valor de su gesta porque Karpov es uno de los más grandes de todos los tiempos y seguía teniendo en esos años un nivel brutal. La partida de hoy, jugada en el supertorneo de Tilburgo de 1991 (donde Short quedó segundo tras el omnipotente Kasparov), muestra a un Short esplendoroso, brillando en la que siempre ha sido su mejor virtud, el juego de ataque. Hay también un rey viajero, como en el duelo Petrosian-Unzicker, pero que en este caso recuerda más a ese portero de fútbol que con el tiempo casi cumplido sube al área contraria a rematar el último córner. ¿Intrigados? Os garantizo que no es para menos.