Supongo que debería escribir algo sobre lo de París, pero me cuesta un mundo hacerlo. El problema no es que no sepa qué decir, es que lo sé exactamente, y mucho me temo que no va a gustaros.
Usaré de palanca una pequeña anécdota musical, que de música es a fin de cuentas de lo que trata este blog. Seguro que estáis al tanto: el pianista que, la mañana posterior a la masacre, enganchó un piano de cola a su bicicleta, lo arrastró hasta las puertas de la sala Bataclan, e interpretó “Imagine”. A lo mejor opináis que es un acto hermoso y conmovedor, y estáis en vuestro derecho, pero en tal caso deberíamos despedirnos aquí; si os parece tan escandalosamente obsceno como a mí, continuemos.
Los sucesos del 13 de noviembre no precisan de descripción ni exégesis. A su diabólica manera, son tan diáfanos como el amor de una madre por su recién nacido. Y sin embargo, hasta la negrura más densa puede mancharse: a qué otro fin sirven, si no, los reporteros medidamente circunspectos que destripan el duelo en prime time, las declaraciones sensacionales de los testigos in situ, los tweets de celebridades que desde sus búnkeres de oro anuncian que se les ha partido el corazón; todos los que, con buena o mala intención, por corrección política, cinco minutos de gloria, esnobismo o intereses de audiencia, cooperan para que una salvajada devenga un éxito propagadístico de primera magnitud. No se puede evitar que un tarado reviente un cinturón de explosivos en nombre de alguna causa demente, pero al menos deberíamos resistirnos al embeleso morboso del horror. Si habéis buscado al payaso del piano en Spotify y escuchado su música, sabed que no estáis del todo libres de culpa. No solo son culpables, por no decir cómplices, los que han grabado imágenes de los atentados, bien escabrosas a ser posible, y las han vendido al mejor postor; también lo son los millones de personas que las han visionado en YouTube. Si no parece lo mismo cuando pasa junto al Stade de France que en un mercado de Bagdad o en un hospital de Damasco, es porque somos culpables. Y aún os diré más, por lo que pueda venir en el futuro: si no apartamos la vista del televisor cuando el toro empitona el torero, seguiremos siendo culpables; si tras un accidente de tráfico nos sumamos al corrillo de mirones para vislumbrar el bulto bajo la sábana, seguiremos siendo culpables; si continuamos saciando con dolor ajeno nuestra sed de espantos, nunca dejaremos realmente de ser culpables.
Así que no me pidáis que hoy programe un himno buenista, e “Imagine” menos que ninguno, porque no es el día; hoy es el día de “Mad world”, una elegía inapelable y perfecta sobre el dolor y la alienación. Aclararé que los calificativos no conciernen a la pieza original de Tears for Fears, cuya espasmódica producción adolece de todos los clichés de la peor new wave, sino a la versión que realizaron de la misma Gary Jules y Michael Andrews para la banda sonora de Donnie Darko. Fue una casualidad afortunada, fruto de la pura necesidad. Richard Kelly, el director, había pensado en un tema de U2 (“MKL”) para cerrar la cinta, pero su limitado presupuesto no daba para cubrir los desorbitados derechos de autor que exigían los irlandeses. Andrews, que estaba a cargo de la banda sonora, pidió ayuda a un amigo de la infancia, el cantante Gary Jules, y entre ambos prepararon una maqueta casi minimalista de “Mad world”; cuando Kelly la escuchó se quedó tan pasmado que usó esa misma grabación en la película. No fue el único, porque cuando la canción apareció como single a finales de 2003 llegó al número uno de las listas británicas, lo que probablemente la convierta, vistos su perfil y temática, en el hit navideño más contracorriente de todos los tiempos.
Curt Smith y Roland Orzabal, el dúo tras Tears for Fears, se inspiraron para su nombre artístico (“lágrimas por miedos”) en la llamada terapia primal del psicólogo norteamericano Arthur Janov, que en esencia sostiene que la neurosis está generada por la represión del dolor causado por algún trauma infantil, y que para sanarla es preciso revivir y expresar dicho dolor durante la terapia. En su día las ideas de Janov tuvieron bastante impacto y todo el Plastic Ono Band de Lennon, por ejemplo, va de eso, al igual que un buen puñado de canciones de Tears for Fears, “Mad world” entre ellas. Ya casi nadie compra su mercancía, aunque hay que reconocer que sabía venderla bien: “La historia de los desórdenes psiquiátricos”, escribió en una ocasión, “no es otra cosa que la historia de la tristeza; y sin embargo, nadie llegó a la conclusión de que la gente triste necesita llorar”. No sé si nos hemos ganado el derecho a llorar por París; por nosotros mismos, sin ninguna duda.
Mad world / Gary Jules y Michael Andrews
Mad world / Gary Jules y Michael Andrews letra y traducción
Una tarde de invierno, ya anocheciendo, cuando tenía siete años, anduve perdido en el monte. No demasiado tiempo, menos de una hora. Bastó con eso. No hace falta detenerse en las circunstancias casi cómicas que propiciaron aquello. Sí os diré que aquel día habían venido los de Nocilla al colegio, y nos habían regalado a cada niño una tarrinita de esa crema maravillosa, y ni un rey con todos sus palacios se habría sentido tan afortunado. Y mientras corría aterrado entre los árboles, recé con toda el alma y le prometí a Dios que nunca volvería a desobedecer a papá y mamá ni a pegarle a mi hermana, que nunca nunca jamás volvería a ser malo, y para que supiera que iba en serio cogí mi tesoro de chocolate y lo tiré todo lo lejos que pude. La ofrenda surtió efecto, porque me encontraron diez minutos después, pero no el suficiente. Unas semanas más tarde, una mañana de domingo en que mis padres estaban en misa (mi abuela vivía con nosotros y nos cuidaba cuando salían), el pánico, de súbito, reapareció, tan atroz como la primera vez, y así fue durante años, en cuanto los perdía de vista poco más de unos minutos. Arthur Janov hubiera podido escribir un capítulo de uno de sus libros con mi caso, pero era España, principios de los setenta, ir al psiquiatra era un estigma y eso de los psicólogos ni se concebía. De modo que aguanté, y sufrí, y aguanté, hasta que pasó. Tras aquello quedaron marcas indelebles, como entenderéis, pero ¿sabéis qué?: cuando miro atrás, y hago balance, estoy conforme. De todas mis cicatrices, esa es la única que puedo lucir con verdadero orgullo.
No es bueno sentir miedo. Es una calamidad. Pero es útil: “lo que no te destruye te hace más fuerte” no es una oración ni un mantra, es sabiduría milenaria sólida como un roble. ¿Miedo, estás llamando a nuestra puerta? No eres bienvenido, pero adelante. Estamos listos para mirarte a los ojos.
Y ahora sí, por obra y gracia de los benditos Big Star, hágase la luz.
Watch the sunrise / Big Star
Watch the sunrise / Big star letra y traducción
A mí si me gusta lo que has dicho, en el sentido en que estoy de acuerdo y creo que es el momento de decir las verdades y no adornar más con eslóganes de paz baldíos.
Suscribo cada palabra, y por destacar algo, algo que me ha repateado hasta la extenuación estos días es por ejemplo lo que dices de los tweets de políticos y celebridades. Cada vez que en el telediario leían alguno y los mencionaban… me hervía la sangre pensando, ¿pero a mí que me importa? ¿Aporta algo que Rajoy, el santo Papa, o sus fehacientes allegados expresen sus condolencias y “condenen” la masacre? ¿De verdad eso es noticia? ¿O el reportaje en españoles por el mundo del español fallecido? En vez de eso, bien harían las televisiones o los periódicos en hacer un ejercicio de “educación”, y mostrar la realidad que pasa en cada país, no sólo en el europeo, y también un ejercicio de Historia, y contar porqué están las cosas como están, en vez de causar sensacionalismo que será olvidado en una semana.
Somos culpables todos, sí (permíteme que diga que los que asesinan un poco bastante más), parece que la especie humana es incapaz de mejorar y aprender en algunas cosas.
Yo no lloro sólo por París, lloro por toda la raza humana y porque, ahora que tenemos a nuestra disposición toda la información y medios imaginables, somos igual de lerdos.
Bueno, que me ha gustado mucho lo que has escrito (y las canciones), con lo difícil que es encontrar sobre este tema cosas dignas de ser leídas. Ojalá te lea mucha más gente.
Un abrazo Víctor.
Pues gracias de verdad, porque escribir esto ha sido un parto: cuando hay muertos por medio las palabras se vuelven frágiles como el cristal y se rompen con solo tocarlas. Es obvio que las “culpabilidades” no son ni remotamente comparables: quien lo insinúe demuestra estar tan perturbado como los cafres que apretaron el gatillo. Es solo que es normal que un loco haga locuras, está en su naturaleza, como en la de una alimaña está devorar todo lo que le pongas por delante; pero que sea el flautista el que baile al son de las ratas me resulta francamente insoportable.
¡Un beso!
Tuve la fortuna de acudir a una escuela pública con varios maestros de aquellos que le dan contenido y sentido a la frase “siempre habrá un justo en Sodoma”, de esos que gustosamente sacrifican su poco tiempo libre en seguir trabajando con y para sus pupilos.
Guardo especial recuerdo de uno en concreto: un enamorado del ajedrez que dedicaba todas sus tardes a enseñar a jugar a todo aquel que gustase. En mis últimos años en aquel centro, la cosa se consiguió formalizar y las horas que por currículo se debían dedicar a la enseñanza de la Religión Católica pasaron a compartirse con clases de ajedrez en horario escolar – siempre con el consentimiento de los padres de los interesados. La política educativa contentaba a todos o a casi todos – imagino que a la señorita de Religión, la buena de doña María Dolores, no le haría mucha gracia el asunto…
A veces aún visito el colegio, mis padres siguen viviendo a cuatro calles, y empleo unos minutos en pasear por el aula todavía dedicada al ajedrez. Allí, al fondo de la clase repleta de mesas con tableros no reina una foto de SSMM sino una gran cartulina blanca con la frase: “la primera norma del ajedrez es dar la mano a tu adversario”. Y en efecto, la primero que te enseñaba Don José A. Arribas es que antes siquiera te tocar una pieza o de poner tu nombre en la plantilla debías darle la mano a tu contrincante en señal de respeto. A partir de ahí, el juego consistía en intentar “machacar a tu enemigo” imponiendo tu juego pero, y volvía a insistir en eso con mucho ahínco, no dejando de lado nunca el respeto.
Yendo ya al asunto que motiva la entrada de blog, admito mi frustración por no ser capaz de entender lo que viene pasando ni saber intuir lo que nos viene. Tengo, sin embargo, la certeza de que no hemos respetado nunca a nuestro adversario. Creo que nunca le hemos dado la mano a aquellos a los que nos enfrentamos y que nunca hemos jugado a intentar imponer nuestras normas de forma noble.
PD Creo, quizás por la frustración a la que hacía mención arriba, que también empiezo a entender el esfuerzo de los gobiernos occidentales por apostar casi exclusivamente por una educación tecnológica con muchas matemáticas, mucha lengua extranjera, mucho a aprender a aprender y mucha evaluación por competencias. Empiezo a barajar la hipótesis de que no es casual el esfuerzo hecho por desterrar de las aulas a la Historia, a la Ética, a la Filosofía o a la Geografía. Me encuentro desnudo culturalmente para poder afrontar la tarea de intentar entender qué ha pasado y por qué.
Gracias por la entrada.
Muy bien traído, JG. Hombre, estaría bien que, ya que fueron los de aquellas tierras de Oriente quienes inventaron las reglas del juego que te enseñó don José, se dignasen respetar alguna en este ajedrez sangriento donde, según parece, para ganar hay que sacrificar todas las piezas posibles del adversario. Reconozcamos que los que llevamos blancas también hecho alguna que otra trampilla bastante descarada, porque anda que aquello de las armas de destrucción masiva…
Su relato sobre el miedo es conmovedor por auténtico.
El resto de cosas que pasan, lo que dice Paupérrimo, no hay quien lo entienda…
Excelente tema que no conocía y te atrapa, en este “Mundo enloquecido” en el que uno se siente perdido. Es un sistema sin solución. Vivamos al menos los momentos íntimos a los que pertenece este blog.