Hay dos Georgias en el mapamundi. La primera es señorial, orgullosa y soñolienta, la “Georgia on my mind” a la que cantara Ray Charles y donde transcurre Lo que el viento se llevó, repleta de azaleas, magnolias y exclusivos campos de golf. Y luego está la otra, peleona y más bien mugrienta, extraviada en ese incierto limbo geopolítico que llamamos Eurasia, chuleada al norte por los rusos y aturdida por abajo por turcos, azerbaiyanos y armenios, con un alfabeto tan insufrible que algo tan simple como “casa” se deletrea “მთავარი”, y cuya aportación más sustancial a la Historia Universal ha sido, persignaos, el nefandísimo Iosif Jughashvili, alias Stalin.
Pero a veces las apariencias engañan, o al menos no cuentan toda la verdad. Pues los georgianos son gente hospitalaria como poca (es obligado brindar con los invitados durante horas), de floreciente espiritualidad (el patriarca de la Iglesia Ortodoxa es con diferencia la figura pública más respetada del país, con unos índices de popularidad superiores al 90%) y, lo más importante de todo, al menos para los forofos de esta sección: aman el ajedrez como en quizás ningún otro país en el mundo. Un romance que no es de ahora, o ni siquiera de los tiempos de dominación soviética; una ancestral tradición estipula que todas las novias han de incorporar ¡un juego de ajedrez a su ajuar!
No es sorprendente que Georgia haya sido cuna de grandes campeonas (dos de ellas, Nona Gaprindashvili y Maia Chiburdanidze, detentaron la corona mundial femenina por espacio de tres décadas), aunque, curiosamente, no se puede decir lo mismo del otro sexo; parece que ellos prefieren brindar con los compadres a echar partidas con sus esposas (es cierto que Petrosian nació en Tiflis, pero no computa porque era de ascendencia armenia). Lo que sí ha alumbrado Georgia son compositores de gran enjundia: a Velemir Kalandadze lo conocimos hace algún tiempo, pero su número uno indiscutible es David Antonovich Gurgenidze (1953-), un ingeniero de caminos que trabaja en el Instituto de Cultura Física de la capital.
Desde que hiciera sus primeros pinitos en la adolescencia Gurgenidze ha producido cerca de un millar de estudios, la mitad galardonados, y una centena de estos con primeros premios. Como no puede ser de otra manera con tales cifras de escándalo, es gran maestro de composición, en concreto desde 1990, y si existiera el título de “súper maestro” no dudo que lo tendría también. (En realidad, si entendemos como tal el de campeón del mundo de composición individual, lo tiene, en concreto el correspondiente al trienio 1998/01). Como creador destaca por su belleza y sutileza, tanto en las ideas, punteadas con originales y finas maniobras, como en la realización, casi siempre con gran economía de material. A lo mejor es por el belicoso entorno, pero el caso es que Gurgenidze, como Kalandadze, siempre ha mostrado predilección por el armamento pesado, así que en un principio tenía pensado enseñaros uno de sus poderosos estudios con torres o damas. Sin embargo cambié de opinión tras ver un soberbio final de caballo contra dos peones que publicó en 64 con apenas diecisiete años. Es verdad que casi todo el mérito corresponde a Grigoriev, que firmó uno semejante en 1932 en Shakhmaty v SSSR, pero el combo de Grigoriev carece del finísimo primer movimiento de Gurgenidze, que es donde radica buena parte del encanto del estudio. Pero con un mera versión, por inspirada que sea, no basta para hacer justicia a tan estupendo artista, así que hoy tenemos bises: otra miniatura de cinco piezas, esta vez qué menos que con torres, que confío os agrade tanto como a los jueces que la premiaron con el XVI Campeonato de Composición de la URSS. Cuando en los noventa los ordenadores resolvieron todas las posiciones de cinco piezas, a los compositores les resultó mucho más sencillo crear estudios jugosos con tan poco material; en la época “analógica”, por el contrario, tenía un mérito extraordinario: como encontrar agujas en un pajar.
Estudio de D. Gurgenidze, 64 1970
Estudio de D. Gurgenidze, Shakhmaty v SSSR 1981
Problem 1972 (tablas), Problemista 1986 (tablas) y Torneo Golden Fleece Merani 1988 (ganan blancas).