Con los problemas de mate en 2 pasa como con las ensaladas: la obligada falta de sustancia debe compensarse con un buen aliño. Una de las formas de añadir picante a la mezcla es dificultar el mate procurando que, tras la clave, al rey negro le queden tantas casillas de escape como sea posible. Agregad una pizca de geometría, que nunca está de más, y ya tenemos sobre la mesa los temas de fuga en cruz y fuga en aspa, según que las casillas de huida sean, respectivamente, las ortogonales o diagonales contiguas a la que ocupa el rey; en otras palabras, que las cinco dibujen un signo “+” o un signo “×” de los de toda la vida.
En realidad no se trata de nada del otro mundo: para un compositor medianamente avezado diseñar una fuga en cruz o en aspa es tan fácil como calcular 2+2 (o 2×2). El pionero de la composición ajedrecística Josef Kling ya usó la idea en 1849, y desde entonces se ha mostrado en centenares de composiciones; hasta advenedizos como el infame ocultista Aleister Crowley o el afamado novelista Vladimir Nabokov hicieron sus pinitos con ella.
Ahora bien, cuando el tema cae en manos de un experto (y en este plato han metido los dedos desde los abueletes Loyd y Shinkman hasta los mastodontes Loshinsky y Rudenko), puede ser capaz de hacer con él auténticas diabluras. Jan Hartong, por ejemplo, publicó en Correspondence Chess (1958) un mate en 3 donde la clave permite al rey negro la consabida fuga en aspa; la gracia está en que en la segunda jugada el rey blanco, para que pueda haber mate a la siguiente, ha de moverse también en aspa, mimetizando en todas las variantes el movimiento exacto de su colega.
Lo de Hartong es de locos, pero para ilustrar el tema del día he preferido una composición más pizpireta si cabe, ya que muestra a través un par de problemas gemelos (las posiciones iniciales son idénticas, salvo un caballo que da un saltito de f5 a e7) las dos modalidades de la fuga. La idea de presentarlas de esta guisa se debe al maestro internacional de composición alemán Gerhard Latzel (Die Schwalbe, 1955) pero el desconocidísimo, o desconocidísima, J. J. Gill (no hay más problemas con su firma en las bases de datos disponibles) dio con una matriz mucho más limpia, y esa es la que os traigo. (Para los que no se conforman con nada, aclaro que nadie ha podido construir hasta la fecha un mate en 2 que reúna ambas fugas, es decir, con las ocho casillas en torno al rey francas tras la clave. A Israel Schiffmann, en Chess Amateur, 1928, le faltó una para conseguirlo; una pena).
¿Tan fácil como 2+2=4? Yo creo que para inventar lo que viene a continuación hay que saber bastante más que las cuatro reglas…