Lo que nos faltaba: el mes pasado Magnus Carlsen se marcó un Fischer y renunció a la corona mundial. Era de temer, tras en el fiasco en el torneo de Candidatos de Madrid del nuevo yogurín del ajedrez, Alireza Firouzja, porque el noruego ya había advertido de que era el único oponente con el que realmente le motivaba luchar por el título, y encima repitió victoria Ian Nepomniachtchi, al que Magnus había masacrado 7½-3½ en el mundial del año pasado. Por lo menos este, a diferencia del tronado estadounidense, no se nos retira, aunque la cohabitación que se avecina entre el indiscutible número uno y el inevitablemente descafeinado campeón va a ser un tanto extraña. También nos pasó unos años con Kasparov y Kramnik, cierto es, pero al menos Kramnik había derrotado en un match a Kasparov con todas las de la ley.
En fin, la vida sigue, y descafeinado no equivale a ilegítimo, sobre todo teniendo en cuenta que, de acuerdo con las reglas vigentes y a diferencia de lo que pasó con Karpov en 1975, Nepomniachtchi no hereda automáticamente el título, sino que este se decidirá en un duelo entre él y el segundo clasificado en el Candidatos, el chino Ding Liren. El emparejamiento es el menos malo posible, puesto que son actualmente tercero y segundo en la lista mundial, con independencia de que el oriental esté ahí gracias a una combinación de circunstancias tan pintorescas como su país de origen. Para empezar, ni siquiera tenía derecho a disputar el evento, ya que no pudo participar en los torneos clasificatorios por las draconianas restricciones que ha impuesto China a sus ciudadanos por la covid. Pero vino Putin, y la lio parda, y Sergey Karjakin la lio todavía más parda, con unas declaraciones a favor de la guerra, pasadísimas de la raya, que le costaron una dura sanción de la FIDE y su expulsión del Candidatos. Quedaba de repente una plaza libre, según las normas para el jugador con mejor ranking (aparte Carlsen y el resto de candidatos) el 1 mayo de 2022, y ese era en principio Ding Liren, salvo por un detallito de nada. El detallito en cuestión era una cláusula adicional de “actividad”: debía haber disputado al menos 30 partidas a ritmo clásico en los últimos doce meses, cuando, por las mencionadas restricciones, apenas sumaba 4. De modo que la federación china le organizó, a toda prisa, varios bolos caseros, y entre el 27 de marzo y el 24 de abril jugó la friolera de 28 partidas. El impresionante saldo de 13 victorias y 15 empates le permitió incluso subir algunos puntillos ELO, y antes de que empecéis a poner caras raras, que os conozco, os aclaro que nadie ha cuestionado la limpieza de la hazaña, por tres motivos fundamentales: 1) Ding tiene una reputación a prueba de bombas y es un ajedrecista muy apreciado en el circuito, por su gran amabilidad y su extrema humildad; 2) el margen entre su ELO y el de sus potenciales rivales era lo suficientemente amplio como para garantizarle la plaza salvo hecatombe en el maratón; y 3) sus resultados posteriores certificaron que estaba absolutamente on fire. De hecho, en mayo ganó un torneo on-line de primer nivel imponiéndose, entre otros, a Carlsen; y tras llegar a Madrid con el tiempo justo y sin ayudantes, por culpa otra vez de la kafkiana burocracia chica, remontó su derrota jetlagera de primera ronda ante Nepo hasta vencer en la partida final a Nakamura, a quien bastaba un empate para asegurarse el subcampeonato.
¿Favorito para el mundial? La cosa está pareja. El currículum de Nepomniachtchi es preferible, está claro: solo cuatro jugadores en la historia, y qué cuatro (Smyslov, Spassky, Korchnoi y Karpov), habían ganado dos veces consecutivas el ciclo de Candidatos. Pero Ding Liren no ha estado de fiesta: amén de sus tres participaciones en el Candidatos, lucen lo suyo su impresionante racha de 100 partidas invicto de agosto de 2017 a noviembre de 2018, y su triunfo en la Sinquefield Cup de 2019, por delante de, id apuntando, Carlsen, Anand, Karjakin, Caruana y… Nepomniachtchi. En el debe del ruso, su fragilidad mental cuando le pega el viento en contra, como quedó dolorosamente claro en el mundial; en cuanto al asiático, lo de la humildad está muy bien, pero alguien de su talento debería ambicionar ser algo más que el mejor ajedrecista chino de siempre, que es con lo que dice conformarse. Carlsen ha comparado el estilo de ambos en una recientísima entrevista: mientras que Nepo destaca por su estupenda preparación teórica y su imponente capacidad de cálculo, que hace de él un atacante peligrosísimo, Ding (a quien el nórdico otorga un leve favoritismo) tiene mejor feeling de la dinámica del juego, en especial en posiciones con material disparejo. Cualidades, todas ellas, que apreciaréis a lo grande en las partidas que os he seleccionado (Ding Liren, por cierto, tenía 16 años cuando disputó la suya, perteneciente al primer campeonato chino que ganó, cuando ni siquiera era gran maestro; una de las cuatro de aquel certamen donde sacrificó la calidad, con sendas victorias en todas ellas). Si estos dos juegan así cuando se enfrenten el año próximo, vamos a extrañar a Magnus cero coma cero.
Nepomniachtchi-Li Chao, Sharjah 2017
Ding Liren-Ni Hua, Xinghua 2009
Pues lo dicho. El match, con victoria en la foto finish de Ding Liren, ha sido una gozada de principio a fin, con nada menos que seis partidas decisivas de las catorce jugadas a tiempo lento, más la última del desempate a rápidas. La carnicería ha sido posible porque los contendientes, un puro manojo de nervios conscientes de que no se iban a ver en otra igual, han arriesgado como toreros dementes.
Los highlights del evento han sido, para bien y para mal, cortesía del chino. En la partida 7 tenía una posición ganadora pero colapsó, literalmente: incapaz de hacer jugada alguna hasta que se quedó sin apenas tiempo, por fin movió al tuntún y en cuestión de nada se quedó completamente perdido. En la siguiente desperdició otra victoria clara, y horas más tarde se supo de una filtración gordísima en su preparación. Resulta que unos meses antes el muy pringado había jugado con su segundo Richard Rapport, en una plataforma online y bajo seudónimo, montones de partidas de entrenamiento ensayando las líneas que pretendía utilizar en el match. Cuando Ding desempolvó sus novedades teóricas, algún avispado buscó antecedentes, encontró estas partidas, y ató cabos. Pero se redimió auténticamente a lo grande. En la partida decisiva, ya apremiados ambos rivales por el reloj, se llegó a una posición de “evidente” empate por triple repetición. Para sorpresa de todo el mundo, Ding rehusó las tablas con una jugada muy original, ¡autoclavándose la torre! Nepo, desconcertadísimo, perdió el hilo y, pocos movimientos después, la partida y el título.
Y vale, todos sabemos que Ding está interino en el cargo, a la espera de que algún talento de la nueva generación dé el paso adelante, pero qué queréis que os diga: bien jugado, campeón.