Dedicarse al ajedrez, no digamos ya a la composición de estudios, no tiene por qué garantizar que eres un individuo extravagante, pero digamos que, más que otros, papeletas llevas. Alexander Kazantsev (1906-2002), un ingeniero mecánico ruso nacido en Akmolinsk (la actual Nur-Sultán, capital de Kazajistán), acumuló un buen puñado en su calidad de fanático de lo insólito y pionero de la ufología soviética. Su expediente X favorito fue el del bólido de Tunguska, una monstruosa deflagración que arrasó 2,500 km2 de taiga siberiana en 1908, y sobre la que escribió tanto relatos de ciencia ficción (que por supuesto atesoro en mi biblioteca, aquí nadie está libre de culpa) como libros de divulgación teóricamente más serios. La explicación más probable del fenómeno es la desintegración, a varios kilómetros de altura, de un meteorito de aproximadamente 50 metros de diámetro, pero Kazantsev aseguraba que se produjo por una explosión nuclear, y no por una cualquiera: la de una nave extraterrestre que se estrelló contra la Tierra. Pues eso. Papeletas.
Kazantsev no compuso demasiados estudios, alrededor de un centenar si descontamos distintas revisiones de los mismos, lo que no es de extrañar dada su complejidad técnica y la originalidad de sus ideas. Marcianos aparte, al soviético le chiflaban dos cosas en particular: el triunfo del espíritu sobre la materia (es decir, posiciones donde el blanco se sobrepone a una abrumadora desventaja de material) y la adaptación de ideas provenientes de la problemística (de hecho se inició en el arte de la composición en este campo). Lo primero queda acreditado por el que sin duda es su estudio más celebre, publicado en Shakhmaty v SSSR en 1953, aunque llevaba currándose el concepto central dos décadas largas. En él las blancas acaban con dos meros peones y aun así dan mate a un adversario que todavía conserva la dama y un alfil. La fama del estudio es muy merecida, pero no tiene sentido mostrároslo porque muchos años después Julio César Infantozzi refinó el esquema hasta la absoluta perfección, y eso ya lo vimos aquí. Mejor, entonces, recurrir a uno de sus trabajos de inspiración problemística, también aparecido en Shakhmaty v SSSR, y que conquistó el primer premio de un certamen en memoria de Mikhail Chigorin. La posición de arranque es, verdaderamente, de ciencia ficción, con esa doble lluvia de meteoritos listos para arrasar los hemisferios norte y sur; y el episodio se resuelve con una detonación en forma de Novotny absolutamente atómica.