No soy amigo de usar expresiones malsonantes y menos en público, pero a veces no pueden ser más oportunas. Por ejemplo, si te han pegado la sífilis es obvio que estás, ejem, eso que empieza por jod… y acaba por …ido.
La primera etapa de la enfermedad se caracteriza por la aparición de los llamados chancros en las zonas comprometidas; no hace falta explicar lo que son, aunque solo por la palabra ya se deduce que son chungos. Así como un mes más tarde los chancros desaparecen, lo que ni mucho menos implica que te has curado, todo lo contrario: al cabo de medio año afloran en distintas partes del cuerpo, aparte de otras molestias más convencionales (hinchazón, dolor de garganta, alopecia…), los clavos sifilíticos, sobre los que tampoco me extenderé salvo para subrayar el tino de quien les puso el nombre. Todo esto también se pasa, pero solo porque la Treponema pallidum, la bacteria causante de la dolencia, está tomando carrerilla para infiltrarse en el sistema nervioso. Cuando esto ocurre (el periodo de incubación oscila entre uno y varios años) el asunto se vuelve verdaderamente serio: cardiopatías, ceguera, demencia, hasta desembocar en eso tan desagradable que empieza por muer… y acaba por …te.
En los tiempos modernos, tras el descubrimiento de la penicilina y otros medicamentos, la enfermedad no debería acarrear consecuencias más graves que unos números rojos en la cuenta a costa de algún abogado divorcista, pero a principios del XIX dar positivo equivalía a un certificado de defunción a medio plazo, entre otras cosas porque se recomendaba un tratamiento a base de mercurio que a las complicaciones propias del caso añadía las del envenenamiento. A pesar de su juventud (tenía 26 años cuando se le diagnosticó el mal en 1823), ni siete años pudo aguantar el infortunado Schubert el embate combinado de bacteria y matasanos. Os convendrá tenerlo presente cuando escuchéis el adagio, y auténtico cogollo emocional, de su sonata para arpeggione y piano, fechada en 1824. Cuando la compuso la enfermedad le había dado un momentáneo respiro, y no hay mucho en ella del espíritu trágico y atormentado tan evidente en el cuarteto de La muerte y la doncella, cerrado apenas unos meses antes. Observad, no obstante, como la serenidad del fraseo inicial se va diluyendo gota a gota; cuando te quieres dar cuenta, el cielo se ha nublado de mala manera. Lo curioso es que entonces, sin solución de continuidad, la música traza un airoso escorzo para enlazar con los dos primeros minutos del allegretto, que también he incluido para vuestro solaz. Es como si el pobre Schubert hubiera sacado fuerzas de flaqueza e intentado convencerse a sí mismo: “Venga, hombre, que igual esto no es na”.
Con su lirismo tempestuoso, su hondura melódica y su exacerbado subjetivismo, más el imprescindible aderezo de una existencia arquetípicamente breve y desgraciada, la obra postrera de Schubert abre de par en par las puertas del Romanticismo musical. Algún mérito habrá que reconocerle a la Treponema pallidum, aunque esté feo decirlo. Los abogados divorcistas seguro que están de acuerdo.
P.S. El arpeggione es una especie de viola baja con trastes y afinación de guitarra que se había inventado pocos años antes y Schubert, con su habitual —es decir, nula— vista comercial, intentó aprovechar la novedad. El instrumento pasó enseguida de moda y la sonata no se publicó hasta 1871, casi medio siglo después del fallecimiento del compositor. Existe alguna que otra grabación por ahí con el instrumento original, y cuando la escuchas comprendes enseguida por qué el artefacto tuvo tan poco éxito. Habitualmente es el violonchelo quien ocupa su lugar, como en esta impecable versión de Yo-Yo Ma acompañado al piano por Emanuel Ax.
Sonate für Arpeggione und Pianoforte – Adagio / Franz Schubert
Sonate für Arpeggione und Pianoforte – Adagio / Franz Schubert
Violonchelo: Yo-Yo Ma; piano: Emanuel Ax
Ständchen / Franz Schubert
Ständchen / Franz Schubert
Violonchelo: Yo-Yo Ma; piano: Emanuel Ax
“Impromptu Op. 90 Nr. 3” (1827), “Klaviertrio Nr. 2 – Andante con moto” (1827) y “Fantasie in F-Moll für Klavier zu vier Händen – Allegro molto moderato” (1828).
Trois études de concert – Un sospiro / Franz Liszt
Trois études de concert – Un sospiro / Franz Liszt
Piano: Claudio Arrau