—¿Qué tenemos para esta semana?
—”Sunny afternoon”. Sí hombre, esa tan grande de los Kinks donde Ray Davies parodia a un ricachón de los de rancio abolengo, al que la voracísima Hacienda laborista de los sesenta (la tasa impositiva máxima llegó a rebasar ¡el 95 por ciento!) ha dejado prácticamente con lo puesto, y que no tiene más horizonte que beberse una cerveza fría en su desmantelada mansión.
—¿Y por una vez vas a ir a grano, aprovechando la solera de los homenajeados? Recuerda que aunque no fueran tan radicalmente innovadores como los Beatles ni tan populares como los Stones o los Who, los Kinks constituyen el cuarto punto cardinal de la British invasion; y en concreto, la secuencia de discos entre Face to face (1966) y Arthur (Or the decline and fall of the British Empire) (1969), cuajada de alusiones musicales y líricas, tan ácidas como nostálgicas, al pasado de las Islas, se considera absolutamente imprescindible. ¿O, como siempre, te vas a enredar con una de esas extrañas introducciones tuyas que no le interesan a nadie?
—Sabrás tú lo que le interesa o deja de interesar a la gente que lee el blog… Por ejemplo, el tema tributario viene a cuento y siempre da mucho de sí. Seguro que hilvano un par de chascarrillos a poco que me lo proponga.
—Error. Te repetirías. Ya usaste la idea en tu entrada sobre Ella Fitzgerald.
—Maldita sea, es cierto… ¡Espera, lo tengo! ¿Qué tal si filosofo sobre ese impuesto, todavía más oneroso, que ni ricos ni pobres se libran de pagar? El de las horas perdidas. Compromisos familiares, paripés sociales, trámites burocráticos, enredos laborales y similares espantos; si echáramos las cuentas, sospecho que se nos va más tiempo que durmiendo.
—Es lo que tiene vivir en sociedad. La alternativa es echarse al monte, dormir en una cueva, y alimentarse a base de caracoles y cerrajones.
—Exacto; el dilema insoluble entre lo deseado y lo posible. Ah, y luego podría explotar el contraste con los años mozos, cuando casi todo nos lo daban hecho e íbamos siempre a nuestra bola; y rematar con la estampa agosteña de mi hijo, despatarrado cual un sultán con la consola, “holgazaneado en las tardes soleadas del verano” como en el estribillo de la canción. Et voilà!
—En otras palabras: nos vas a endilgar otra de tus empanadas existencialistas y revenidas. A ver si vamos superando esa crisis de los cincuenta, que ya te vale, machote.
—Humm, a lo mejor es verdad que abuso un poco de esa línea… ¿Cómo lo enfoco entonces?
—Ya se te ocurrirá algo.
Sunny afternoon / The Kinks
Sunny afternoon / The Kinks letra y traducción
“Dead End Street” (single, 1966), “Waterloo sunset” (Something else by the Kinks , 1967) y “The Village Green Preservation Society” (The Village Green Preservation Society, 1968).