Lo del match Lasker-Schlechter tiene su enjundia, pero el enigma ajedrecístico más desconcertante de todos los tiempos, un expediente X que haría tirarse de los pelos a los agentes Mulder y Scully, es la triple coincidencia, o falsificación, o vete tú a saber qué, de las partidas Ortueta-Sanz (Madrid 1933), Tylkowski-Wojciechowski (Poznań 1931) y otra disputada por el maestro sueco Ored Karlin, también en Madrid y también en 1933. Abajo tenéis las respectivas posiciones críticas, en todas toca jugar a las negras. La semejanza es, como se ve, no ya pasmosa, sino lo siguiente.
En el fondo, que entre los millones de partidas jugadas a lo largo de la historia se produzcan repeticiones no es tan extraño, sobre todo si las posiciones tienen sentido desde el punto de vista ajedrecístico, pero el “pequeño” matiz aquí (aparte de que la coincidencia no es doble sino triple, pero luego iremos a eso) es que la conexión se produce a las puertas de una combinación increíble, tan fascinante como inverosímil. Más exactamente, según Euwe, “la combinación en un final más grande que se haya dado nunca sobre un tablero”. Tan grande que cuando Petrosian la descubrió en la remota Tiflis con apenas diez añitos, quedó por propia confesión encadenado al ajedrez por siempre; tan grande que cuando Tartakower le preguntó a Henri Rinck, el gran virtuoso de los finales artísticos, si no podría usarse como base para crear algo realmente bonito, este repuso: “No hace falta añadir nada, ni hace falta quitar nada”.
Mucho más pragmático, como buen británico, Hugh Alexander puso el dedo en la llaga cuando escribió: “Siempre me cuesta creer que esto pasó de verdad en una partida, y no es fruto de un análisis posterior”. He ahí la esencia del misterio que intentaremos desentrañar, ya os anticipo que sin éxito, a continuación.
Según la versión oficial, la partida Ortueta-Sanz fue la sexta de un play-off por el Campeonato de Castilla de 1933, aunque más tarde Ortueta comentó que fue simplemente un match de entrenamiento, lo que es sin duda más plausible ya que, ejem, el primer campeonato de Castilla (más propiamente de la “Federación Centro”) no se disputó hasta 1935. La verdad es que en los círculos ajedrecísticos de nuestro país la autenticidad del duelo siempre ha estado en tela de juicio, en parte porque Sanz, cuya competencia como jugador es innegable (llegó a ser campeón de España en 1943), tenía una bien ganada fama de marrullero, y solo viéndole la cara ya parece sospechoso. (Por ejemplo, se sabe que en una ocasión, tras observar que su adversario había apuntado mal una jugada recién realizada, esperó a que este se levantara y mudó la pieza al sitio indicado en la planilla, donde quedaba a su merced, y a renglón seguido la capturó. Hace falta tenerla de cemento armado). En todo caso, la posición consiguió fama internacional tras aparecer por primera vez (o eso se creía hasta hace poco) en sendos artículos que una revista belga y otra rumana publicaron en agosto de 1934; la partida propiamente dicha (hasta la mítica combinación bastante flojita) se hizo pública en el número de febrero de 1936 de El Ajedrez Español con comentarios del mismísimo Capablanca. Un detalle, no sé si relevante, pero cuando menos curioso: el director de El Ajedrez Español no era otro que José Sanz Aguado, el autor de la combinación.
Pero la cosa se pone interesante de verdad a principios de los cincuenta, cuando la publicación polaca Szachy da cuenta de una partida jugada en Poznań allá por 1931 entre Tylkowski y Wojciechowski (este ultimo, el de la foto de la izquierda, fue uno de los mejores jugadores de su país a mediados de los treinta y formó parte del equipo olímpico polaco que ganó la plata en Múnich 1936) que prácticamente mimetizaba, si bien a partir de una secuencia de jugadas totalmente distinta, la posición de Ortueta y Sanz. Por descontado, y con Tylkowski y Wojciechowski ya fallecidos, las sospechas de tongo aparecieron enseguida, y más cuando se afirmaba que la partida se había disputado en el campeonato de Poznań (resulta que ese año fue Tylkowski quien derrotó a su colega) y que se había publicado en un periódico local, extremo también desmentido por investigaciones posteriores. Pero no es tan simple: en 1986 Tim Krabbé, el tío que con diferencia más ha escarbado en todo este embrollo, pudo entrevistar a un supuesto testigo presencial de la partida, un anciano ajedrecista llamado Bolesław Różański, quien le confirmó que se había disputado realmente.
Así estaba el asunto cuando, justo hace un año, el historiador checo Jan Kalendovský hizo un sensacional descubrimiento: una columna de ajedrez en el diario Tagesbote de Brno del 14 de abril de 1934 donde reaparece (o más bien debuta, vista la fecha) la ubicua combinación, presentándose como el final de una partida jugada por Ored Karlin un año atrás en la capital de España, en el contexto de un match contra “un fuerte amateur madrileño”. El responsable de la columna, un tal Rudolf Pitschak, fue a buen seguro informado por el propio Karlin (un ajedrecista de consideración que ese mismo año ganó un match a todo un Najdorf), ya que por esas fechas andaba por Brno disputando un torneo en el que Pitschak también participó. Que una combinación así se repita el mismo año y en el mismo sitio sería rizar el rizo de lo inconcebible, máxime habiendo constancia fehaciente de que a finales de mayo de 1933 el Círculo Militar de Madrid organizó un certamen donde compitieron, entre otros, Ortueta, Sanz y Karlin, pero no hay más información de la ya que os he dado, así que sois libres de formaros vuestra propia opinión.
Lo más desconcertante de todo es que, siendo Poznań y Madrid los epicentros del caso, haya que irse a Bélgica, Rumanía o la República Checa para encontrar las primeras evidencias documentales del mismo. En alguna polvorienta hemeroteca española o polaca ha de haber un recorte de periódico, algún rastro, que nos ayude a aclarar este acertijo de locos; como decían en Expediente X, “la verdad está ahí fuera”. A ver si alguien la encuentra, demonios, y nos saca de dudas.