Al contrario que en el cine porno, en la composición problemística el tamaño no suele ser una virtud: el principio de economía dicta que en cuantos menos movimientos pueda describirse una tarea o determinada idea estratégica, mejor. Lo cierto, sin embargo, es que los problemas de talla XXXL llevan un siglo fascinando a los compositores y a lo mejor os habéis preguntado alguna vez hasta dónde han subido el listón estos tíos, es decir, cuál es el problema más largo jamás compuesto. Hoy conoceréis la respuesta.
Os recuerdo las reglas del juego. Para que un problema de “mate en n movimientos” sea correcto se exigen dos cosas. La primera es que la posición de inicio sea legal, es decir, que haya alguna partida concreta que lleve a ella (no necesariamente ha de haberse jugado en la realidad, por supuesto, puede ser todo lo absurda y amañada que queráis); la segunda es que no puede tener duales, esto es, existe al menos una línea de defensa que obliga al blanco a jugar n movimientos únicos para dar mate, y no hay ninguna que permita postergarlo más.
Conviene tener claro lo anterior, porque en 1889 Ottó Titusz Bláthy, un genio de lo exagerado con el que nos divertiremos otro día, publicó un mate en 292 que estamos obligados a descalificar ipso facto puesto que, amén de otras menudencias, presenta una posición inicial irrealizable (exige que el blanco haya capturado 8 piezas pero al negro aún dispone de dama, dos caballos y todos sus peones, así que ya me explicaréis). También se cita a menudo un problema del croata Nenad Petrović, en origen (1969) un mate en 270. Años después se revisó con ordenadores y se descubrió que el negro podía prolongar su defensa una jugada adicional. Hasta ahí estupendo; pero por desgracia afloran duales por todos lados. Descartado también.
Hasta donde yo sé, el récord legítimo está en poder de Walther Martinus Johannes Jørgensen (1916-1989), un maestro internacional de composición danés que, más incluso que como autor, se significó como editor y compilador de un buen puñado de libros de problemas. Uno de ellos titulado, precisamente, Søslanger (“serpientes de mar”), comparando las secuencias de movimientos que a menudo se repiten en los problemas de larga duración con los anillos de los ofidios marinos.
Cabrá llamar entonces al mate en 226 que estáis a punto de ver como el monstruo del lago Ness de los problemas; 34 anillos tiene el bicho, nada menos. Todo un festín de ingenio y jugadas, mas de plácida digestión, con el que es el momento justo de atracarse ahora que todavía no acusamos los excesos de los fastos navideños.