Con lo del fiasco de Wolkswagen mi último mito, la infalibilidad alemana, se me ha venido abajo. En el fondo tenía que pasar antes o después. En esta era nuestra tan hipersofisticada, donde cualquier cafetera medio pasable incorpora ya más tecnología que toda la misión espacial Apolo, tenemos comprensión nula de los artefactos que manejamos y nos manejan; terreno abonado para que los aprovechados de turno nos tomen el pelo a su antojo. El ejemplo básico: ¡la de horas de holganza que han acumulado millones de administrativos, a nuestra costa, con esa odiosa excusa de que “la aplicación informática no me deja hacerlo…”!
Así que, aunque ya sea pasarse un poco de la raya, casi entiendo el fetichismo vintage de algunos por los coches de época. Yo mismo circulé unos años con un Renault-6 que mi padre nos compró, a mis hermanas y a mí, para que nos desplazáramos de la huerta a la ciudad. Ya lo sé, ya lo sé, es un despropósito comparar a un Cadillac Coupe DeVille del 1958 con un vehículo (de tercera mano por más señas) con el glamour de un tormo y la estética de un sobaco piloso. Lo que es peor, sospecho que estaba diseñado así a propósito, habida cuenta de su segmento de potenciales compradores: lecheros, albañiles y labradores, principalmente. Pero qué rocoso era aquel trasto, demonios. Funcionaba sin agua, ni aceite ni prácticamente embrague, y si en alguna ocasión nos dejó tirados fue porque aguantaba tanto rato con el chivato de la gasolina encendido que parecía innecesario echarle combustible. A cambio expulsaba humos bastante tóxicos, goteaba fluidos de aspecto inquietante y perdía de vez en cuando trozos del tubo de escape, por lo reconocemos nuestra cuota de responsabilidad por la contaminación que sufre el planeta. Pobrecillo, no nos faltó más que hacerlo vomitar.
En ajedrez, lo más vintage de lo más son los mansubat, posiciones inventadas en el medio juego o el final, equivalentes a nuestros modernos problemas o estudios, con los que los más diestros jugadores del Islam, los aliyat, instruían a sus discípulos en los tiempos en que la Media Luna resplandecía sobre el mundo. Cerca de dos mil han sobrevivido a nuestros días y algunos son francamente enrevesados, por no decir criminales. Este de la derecha, atribuido a Abu’n Na’am, ya aparece en el primer manual sobre el juego del que se tiene noticia, el Kitab ash-Shatranj que el eminente al-Adli escribiera hacia 842. Se muestra con cierta frecuencia pues todavía conserva un discreto encanto, como el de una starlette veterana que ha sabido cuidarse sin vender su alma al diablo del bisturí. Tiene además la ventaja de ser perfectamente homologable con el ajedrez actual pues solo incluye reyes, torres, caballos y peones, es decir, piezas que se mueven igual ahora que como lo hacían en el antiguo shatranj. Es un mate en 3 que comienza con 1.Ch5+!, un sacrificio llamado de evacuación pues su principal cometido es desalojar la casilla g3 para permitir la acción de la torre de g1. Tras 1…Txh5 se sigue con un nuevo sacrificio, 2.Txg6+, de desviación esta vez, pues la captura 2…Rxg6 descuida fatalmente e6 y permite el remate 3.Te6#, con mate modelo (cada casilla contigua a la del rey negro está o bien ocupada por una pieza negra o atacada exactamente por una de las blancas).
A buen seguro los organizadores del primer Torneo Mundial de Composiciones debían de andar de un nostálgico subido, ya que precisamente eligieron el sacrificio de evacuación como tema para la modalidad de mate en 3. El vencedor fue Eeltje Visserman (1922-1978), un maravilloso problemista holandés de quien se ha escrito que solo Loshinsky, de entre los de su generación, puede comparársele. Gran maestro de la especialidad desde que el título se instauró en 1972, publicó unos ochocientos problemas (sobre todo mates en 2 y 3) de los que aproximadamente la mitad resultaron premiados, 230 con primeros puestos. Ingeniero civil y periodista de profesión, editó desde 1957 a 1970 la revista especializada Probleemblad. Quien quiera profundizar en su obra debería echar un vistazo a Schaakproblemen van E. Visserman, la antología que publicó en 1986 Albertus Marinus Koldijk (si es que la encuentra y entiende el holandés, claro).
En el torneo que nos incumbe el oro estaba carísimo: amén de al propio Loshinsky, Visserman hubo de superar, entre otros, a Rudenko, Vukcevich, Zappas y Jørgensen. El neerlandés lo consiguió dando al reto propuesto un giro lucidísimo: el mate debía darse desde la casilla que había dejado libre la pieza sacrificada (para entendernos, como si en el problema de Abu’n Na’am hubiera que dar mate desde g3). Y no solo eso: no hay una sola variante, ni en la amenaza, ni en el juego tras la clave, que no sea temática: la composición está completamente libre, por así decir, de emisiones contaminantes.
Problema de E. Visserman, I Torneo Mundial de Composiciones de Ajedrez, Finlandia 1972/75
De Probleemvriend 1944 (mate en 2), Europe Échecs 1960 (mate en 3) y Die Schwalbe 1964 (mate en 3).