Como casi todo quisque, yo descubrí a Amy Winehouse en 2007 gracias a “Rehab”, el tema franquicia de su segundo y triunfal álbum Back to black. Más adelante su megamoño, su maquillaje de ojos a lo Cleopatra y, sobre todo, sus monumentales cogorzas, le robarían más y más primeros planos a su música, pero la canción es ganadora: los metales, cuerdas y campanas de la inspirada producción rinden homenaje, sin saquearlos, a cuarenta años de soul, mientras que sus versos, descarados y desafiantes, casi nihilistas, nos ubican de cuajo en estos cínicos días nuestros. Es de ese tipo de canciones destinadas de oficio a figurar en cuantos recopilatorios de “lo mejor de la década” que se graben de aquí al próximo milenio, y no digamos ya desde la aciaga noche de julio de 2011 en que Amy, poniendo de siniestra actualidad su famoso estribillo “Intentaron llevarme a rehabilitación pero yo dije: no, no, no”, hizo “honor” a su apellido (que puede traducirse libremente como “bodega”) ingiriendo una dosis de alcohol a la que solo podría haber sobrevivido un estibador de los muelles de Kiev.
Pero a “Rehab” la conocéis de sobra, y no hacen falta muchas matemáticas para deducir que si hubo un segundo disco es porque se grabó otro antes. Es de ese primer trabajo, el mucho menos conocido Frank, del que venido hoy a hablaros. Yo prefiero a esta Amy distinta, con veinte años recién cumplidos; jazzística e íntima, menos tatuada, más sobria y mejor peinada, y tan brutalmente honesta como lo sería toda su breve carrera. Mi corte predilecto de Frank, “You sent me flying”, narra al pie de la letra su desolador affaire con un periodista al que conoció, todavía adolescente, cuando trabajaba en una oficina para sacarse unas perrillas; tan al pie de la letra que en los conciertos le costaba sacar adelante, de puro dolorosa, alguna de sus estrofas. Perderéis el tiempo intentando etiquetarla; yo al menos soy incapaz de decidir si “You sent me flying” es jazz, soul o pop, y los guiños hiphoperos de la base rítmica aportan todavía más sabor al estofado. Lo que tengo claro es que el guiso es de restaurante de postín.
Más allá de su desquiciada vida privada, acaso sea Amy Winehouse la primera (y de momento única) diva verdadera del presente siglo; por su voz dúctil y madurísima, capaz de surfear entre géneros con la destreza de una sirena; por su notable agudeza compositiva; y por su emocionante compromiso lírico. En unos tiempos en que la industria musical casi no tolera otra cosa que fraudes hipersexuados, Amy mostró a las nuevas vocalistas pop dónde reside el impacto verdadero, y es esencialmente a ella a quien las Adele, Duffy y compañía han de agradecerle las vidorras de marquesas que se pegan. Y eso que el suyo es un producto adulterado y blandengue, a kilómetros del original; mejor quedaos con la mercancía pura, sin cortar, que vende Amy Winehouse por los callejones más oscuros del corazón.
You sent me flying / Amy Winehouse
You sent me flying / Amy Winehouse letra y traducción
“Stronger than me” y “Help yourself” (Frank, 2003) y “Love is a losing game” (Back to black, 2006).
Ja, ja, ja. Incidentalmente quisiera comentar… ¿así que “winehouse” puede traducirse como “bodega”? Yo no lo tengo tan claro. Admitamos que wine sea vino, que house sea casa y que el adjetivo inglés preceda al sustantivo, y aún así, quedarán interrogantes que invalidan su traducción. ¿Por qué ha preferido usted sustantivar house en lugar de wine? (podría haber sido vino de la casa en lugar de casa del vino) ¿Qué actividad comparte la supuesta traducción literal con la finalidad de almacenaje y comercialización de una bodega? ¿Estamos seguros de que winehouse no es como se ha denominado tradicionalmente a los lugares donde se han celebrado ritos dionisiacos? Etc…
Hola Sator, ¡bienvenido al blog!
Objetivamente lo de la equivalencia “winehouse”-“bodega” es lo que mi hijo llamaría “tirarse un triple”, pero es que venía tan a propósito que me resultó imposible contenerme… 🙂
Oye, qué elocuente eres. Me gusta mucho la manera en que redactas y como usas tus palabras ¿estudiaste una carrera o algo así?
Gracias por los elogios Karla, ¡muy amable! Pues sí, estudié una carrera. ¡Y de las difíciles! 🙂
Ella tenía una personalidad envidiable. Era bellísima. Mataría por tener un cachito de esa personalidad que tenía, tremenda mujer.