Pusilánimes, abstenerse: hoy descenderemos a las más abisales profundidades ajedrecísticas jamás exploradas por la especie humana, los finales de siete piezas.
Ya me referí a este asunto hace año y medio cuando os presenté el estudio “anti-ordenadores” de Carl Behting. En 2012, con el auxilio de una supermáquina de la Universidad Lomonosov de Moscú, los programadores rusos Vladimir Makhnychev y Victor Zakharov redondearon el trabajo iniciado unos años antes por el norteamericano Marc Bourzutschky y el también ruso Yakov Konoval y completaron las bases de datos para este tipo de finales: si colocáis siete piezas (contando reyes y peones) en un tablero e indicáis si son blancas o negras las que juegan, el mega-armatoste os dirá en un suspiro, no solo si la posición es o no de tablas, sino incluso el número exacto de movimientos que, asumiendo el juego más preciso posible por ambos bandos, conducen al mate cuando este exista.
No satisfechos con tamaña proeza (hablamos de un numéro de posiciones del orden del billón), Makhnychev y Zakharov echaron sus redes en busca del monstruo entre los monstruos, el mate más largo que puede darse en un final de estas características, y consiguieron arrastrarlo a la superficie en 2013. Doy por hecho que con bastante esfuerzo, porque el aterrador leviatán pesa en canal sus buenas 549 jugadas (por bando); a su lado hasta las serpientes marinas de Jørgensen parecen lombrices. En mis comentarios he procurado aclarar lo humanamente aclarable, que no es mucho; según se desarrolla la partida con el visor, la sensación es parecida a la de trepar por las escaleras de la torre de una catedral gótica, vueltas y vueltas, escalón tras escalón hasta que sin solución de continuidad te das de bruces con un cegador agujero azul. Abajo tenéis, mezcladas, las posiciones tras las jugadas 100, 200, 300, 400 y 500 de las negras, a ver quién es el guapo de distinguir cuál es cuál (llevad el ratón encima para saber la respuesta y ampliar la imagen). Por si os sirve de consuelo, incluso los programas que se meriendan a Magnus Carlsen con la misma facilidad con que os habéis tomado el aperitivo hace unas horas, nadan a tientas en este océano de brea.
Subid conmigo, si estáis del humor propicio, al batiscafo Lomonosov y sumerjámonos en el más intrigante y mareante viaje que el ajedrez actual puede ofrecernos. Pero que no se os ocurra bajaros a mitad de trayecto, porque el laberinto es de tal calibre que os extraviaríais sin remedio por sus infinitos callejones; y no me extrañaría que acabarais en las tripas de un kraken gigantesco.
Posición de V. Makhnychev y V. Zakharov, Universidad Lomonosov de Moscú 2012