Hoy me engancho por donde lo dejé en mi entrada sobre Sobolevsky. Autocitándome: “Si la vida fuera justa la entropía debería disminuir en vez de aumentar; así cada día tu casa parecería más limpia, tu coche más nuevo y el fabricante del Grecian 2000 estaría en la ruina”. Pero no es de la vida de lo que me apetece hablar (total, como Voltaire le espetó a un cansino que se quejaba de lo dura que era: ¿en comparación con qué?) sino de la entropía. Por si tenéis la Física un poco olvidada, os recuerdo que sirve para medir el grado de desorden que tiene un sistema, y, como le pasa al tiempo, solo puede avanzar en una dirección: a peor. Por eso, si se me cae una copa al suelo se me rompe en mil pedazos; en cambio, si dejo los trozos tirados por ahí, tal vez alguien los pise y se corte, pero seguro que no se pegan ellos solos para reconstruir la copa original.
Pero como la magia del ajedrez todo lo puede, nuestro estudio del día va a reírse de la entropía en toda su cara. Agradecédselo al compositor polaco Jan Rusinek (1950-), un profesor de matemáticas de la Universidad de Varsovia no particularmente prolífico pero sí muy exitoso (sus obras recibieron más de 30 primeros premios y obtuvo el título de gran maestro de composición de 1992). Desde el 2000 no ha vuelto a decir esta boca es mía; tal vez perdiera la chispa, o atravesara una crisis de los cincuenta más durilla de lo normal. Sus mejores trabajos muestran una rara cualidad: las piezas parecen hipnotizadas, obligadas por una misteriosa fuerza a actuar contra natura; como cristalitos buenos deseosos de abrazarse en vez de morder el tobillo más próximo.
Si Benjamin Button jugara al ajedrez, este sería su estudio de cabecera.
Estudio de J. Rusinek, Tidskrift för Schack 1977
Más estudios memorables de Jan Rusinek:
Sachové Umanie 1971 (ganan blancas), Shakhmaty v SSRS 1975 (tablas) y 64 1978 (tablas).