El otro día vino a mi despacho una chica majísima, recién graduada, a hablarme de sus planes inmediatos de futuro, de sus inquietudes y sus dudas, en suma, de lo que se siente cuando asomas por primera vez la cabeza al mundo real y ves la vida venírsete encima como un tráiler de cuarenta toneladas. Diré sin falsa modestia que empatizo con mis alumnos bastante por encima de la media, si bien la competencia es escasa: recuerdo que cuando llegué al Departamento de Matemáticas (yo, apodado “poste” por mis hermanas, que siempre me han considerado medio autista) tuve toda la sensación —solo parcialmente desmentida tras un cuarto de siglo de convivencia— de estar en Zombilandia. Estos son los ratos que más disfruto de mi trabajo, por motivos puramente egoístas por un lado (no hay mejor bálsamo para la autoestima que la estima ajena cuando se percibe sincera) y más o menos altruistas por otro: políticos, sindicatos, enseñantes, sociedad y familias (que aquí nadie se libra) hemos sumido a la Educación Pública en tal grado de catatonia y decadencia que nuestros estudiantes necesitan con urgencia conocimientos a mansalva, sí, pero todavía más unos cuantos buenos consejos.
En un momento de la conversación, no sé deciros por qué, salió mi hijo a la palestra. Tengo una foto suya con diez años sobre la mesa, y mi interlocutora se sorprendió muchísimo cuando le aclaré que acaba de terminar segundo de carrera. Eso está bien, siempre luce que le echen a uno menos años de los que lleva en las alforjas, aunque es verdad que en el departamento las agujas del reloj siempre han avanzado algo más despacio de lo normal. En parte porque una decena de mis colegas fueron antes mis profesores; en parte porque los estudiantes tienen por definición edad constante; y en parte porque en Zombilandia es difícil que las cosas empeoren mucho. Se me antoja que cada curso es una piedra que cae al agua, y las promociones ondas concéntricas que se expanden sobre su superficie: y así, inmóviles como estamos, cada vez nos alejamos más de todo. Quedan unos pocos antiguos alumnos del corazón, benditos sean, con los que mantengo un hilo de comunicación a pesar de que el diámetro de los círculos se agranda imparable. Lo normal es que hasta esos lazos se deshagan tarde o temprano, conforme mi papel como referente vaya caducando y ellos mismos se conviertan en referentes para otros que vengan después, pero es ley de vida: así ha sido siempre y está bien que sea así.
Andaba meses con ganas de traer al blog algo de Genesis, uno de los grupos más asombrosos de todos los tiempos, y ocasión mejor que esta no voy a tener, como entenderéis cuando leáis la letra de “Ripples”. Geográficamente la canción se ubica en una zona del mayor interés, la delimitada por los álbumes A trick of the tail y Wind and wuthering (ambos de 1976). Peter Gabriel estaba fuera del cartel y Steve Hackett ya tenía poco mando en plaza, pero Tony Banks y Mike Rutherford (los autores de “Ripples” y los que en realidad, más allá de los carismáticos vocalistas, tiraron del grupo toda su carrera) estaban sembrados ese año y se las ingeniaron para que la máquina pareciera tan engrasada como en sus mejores momentos. Poco después Hackett se marchó y, de la mano de Phil Darth Vader Collins, Genesis sucumbió al Lado Oscuro de la Fuerza, renegó de casi todo lo que le hacía realmente especial y vendió infinitamente más de lo que había vendido hasta entonces (el caso es calcado al de Queen), que es lo que cabe esperar de un planeta en el que los mendrugos superan en una proporción diez a uno a la gente con un mínimo criterio.
Y me temo que esto último no lo arregla ningún sistema de enseñanza, ni siquiera el finlandés.
Ripples / Genesis
Ripples / Genesis letra y traducción
“Supper’s ready” (Froxtot, 1972), “Firth of Fifth” (Selling England by the pound, 1973) y “Your own special way” (Wind and wuthering, 1976).
Para Ana Belén, Patricia, Jesusico Yepes, Pichí, Martín… y todos los dispuestos a subirse a lomos de la ola, dondequiera que les lleve, en pos de su vida soñada.
Y para Doña Josefina Larraz, mi maestra de párvulos, la mejor que jamás tuve.
GRACIAS Víctor, aunque la palabra se quede corta. Gracias por escucharme el otro día y cada vez que he ido a hablar contigo, y ahora gracias por la parte que me toca de este post. No sólo por escucharme, cosa difícil en estos días en los que tengo la sensación de que uno sólo quiere hablar de uno mismo y vive por y para la idea del “selfie” y lo que abarca, sino por contarme tus experiencias y aconsejarme con tanto acierto. Tengo apuntadas las cosas que me dijiste en la agenda de “cosas importantes”. Gracias por empatizar con tus alumnos y hacer más liviano ese trailer que acecha (hace tiempo, leí un libro y encontré en él unos extractos totalmente acordes a esto que me angustiaron: http://distorsionandolavida.blogspot.com.es/2013/10/8-amor-o-lo-que-sea-biblioteca-de-camara.html), y gracias por haber sido un buen profesor. Los que recuerdo como buenos profesores del instituto, y con los que mantengo el contacto, son aquellos que no sólo me hicieron sentir bien en de clase, sino que también se prestaron a saber qué pasaba fuera de ella. Y por último, gracias por la dedicatoria, también copiada con cariño en la libreta de “cosas que recordar” cuando las fuerzas para perseguir esos sueños flaqueen.
¡Me ha gustado mucho la canción! (aunque tengo que decirte, que Phil Darth Vader Collins es el cantante favorito de mi madre!jaja).
Ha salido un comentario que es casi un post, lo siento.
¡Saludos y buen verano!
¡Muchísimas gracias a ti por inspirarme! 🙂