El arte de la composición de estudios presume de siglos de vida, así que es normal que los años empiecen a pesarle un poco. Es cierto que la informática ha desterrado para siempre a su más temible enemigo, el dual, pero a cambio ha dado aliento a un fantasma nuevo que es el terror de los compositores contemporáneos: la anticipación. Y es que existen avezados ratones de biblioteca (el holandés Harold van der Heijden a la cabeza), armados con exhaustivas bases de datos y software especializado, capaces de probar en minutos que esa magnífica idea que llevas meses cincelando y abrillantando ya fue explotada en los cincuenta por no sé qué desconocido artista siberiano. A falta de género fresco, y como corolario, uno de los rasgos más sustantivos de la composición moderna (importado del ámbito problemístico, donde es moneda común desde hace mucho tiempo) es el reciclado de temas ya conocidos; en 1989 el compositor y columnista Jan van Reek llegó incluso a postular, de modo un tanto tremendista, que el ultramoderno estudio de ajedrez debería consistir en la concatenación, a lo largo de la línea principal, de varios estudios a la antigua usanza. Sin llegar a estos extremos, no es casual que las composiciones más recientes que he traído al blog hasta la fecha, la de Costeff de 2007 y la de Timman de 2011, luzcan el mestizaje por divisa, hermanando enroque, captura al paso y subpromoción la primera, duplicando el tema Prokeš la segunda.
¿Malos tiempos pues para la lírica, como cantó en los ochenta el llorado Germán Coppini? Para nada, al menos mientras siga vivo y coleando el indiscutible número uno actual de la especialidad, apodado por Tibor Károlyi como el “Tal de la composición”: el ruso Oleg Pervakov.
Nacido en 1960 en Kirov, ciudad a unos mil kilómetros al noroeste de Moscú, Pervakov se doctoró en Física del Plasma en una universidad de la capital. Durante unos años trabajó en el Instituto Kurchatov de Energía Atómica, periodo en el que patentó diversos descubrimientos en tecnología de la soldadura de pulso. En 1995 se incorporó al staff en la revista 64, donde en la actualidad ejerce de editor de la sección de estudios y problemas, y afirma que este segundo trabajo le ha dado bastantes más satisfacciones que el primero, cosa que no dudo. También afirma que algunas de las posiciones iniciales de sus estudios le han venido en sueños, lo que parece igualmente plausible, porque este hombre conjura con inexplicable facilidad ideas de una novedad extraordinaria. No es de extrañar que acumule laureles como otros coleccionan llaveros: gran maestro desde 2005, tiene 2 oros, una plata y un bronce en sendos campeonatos del mundo individuales, 4 oros más por equipos, y consiguió el premio al mejor estudio del año en 2011.
La de hoy es una muestra espléndida de la proteica creatividad de Pervakov. Se sabe de toda la vida: el enroque es tan útil al principio de la partida, para poner a resguardo a nuestro rey, como absurdo en el final, donde lo que urge es activarlo todo lo posible. Por supuesto, esto no impide que se haya usado en multitud de ocasiones en los estudios (el de Costeff que se mencionó antes, sin ir más lejos), aunque siempre como un truculento detalle táctico en el ataque o la defensa. ¿Pero que la esencia misma del estudio sea si un bando se enroca o no, y que esto se dirima en función de un alfil kamikaze y de una frenética carrera contra el crono? Eso no debería ser posible…
No hay imposibles para Oleg Pervakov.
Estudio de O. Pervakov, Schakend Nederland 1996
Torneo conmemorativo de la Revolución de Octubre 1987 (ganan blancas, en colaboración con A. G. Kuznetsov), Szachy 1987 (ganan blancas) y Harold van der Heijden 50 Jubilee Tourney 2011 (ganan blancas).
Muy bueno