Este fin de semana dirimiremos en los tribunales de música y ajedrez de diez un caso de alcance, cuyo sumario es tan frondoso que podría agotar incluso a la juez Alaya. Sus ramificaciones se extienden varias décadas en el tiempo, a ambos lados del Atlántico, y hasta la Mafia interviene en el embrollo.
Comparece, en calidad de testigo, el “Aserejé” de Las Ketchup. Tranquilos, no pienso dilapidar el prestigio tan trabajosamente adquirido en estos meses poniendo la canción. Otra cosa es si me gusta o no; no responderé a esa pregunta salvo en presencia de mi abogado, pero al que en su día este mix de recato caló y desacato poligonero no le despertara al primate que lleva dentro, que tire la primera banana. En cualquier caso: su presencia se reclama aquí en virtud del memorable estribillo Aserejé, ja de je de jebe tu de jebere… etc., que, por si no lo sabíais, versiona en spanglish guadalquivireño los primeros versos de un tema de monstruosa (por lo tremenda y por lo horrenda) influencia en el rumbo que la música popular ha seguido de los primeros ochenta hasta acá. Lo que nos lleva…
Al acusado, “Rapper’s delight” de The Sugarhill Gang. No es el primer hip-hop de la historia, ni siquiera el que antes se grabó, pero sí el primero que se dejó ver en las listas de éxitos y el que fija la puesta de largo de este género ¿musical?. Perpetrar el hip-hop fue un crimen contra la humanidad de obscena iniquidad, aunque el cargo por el que se le juzga aquí es comparativamente menor y harto frecuente en el mundillo: las notas del bajo están calcadas al 100% de una canción que llevaba meses haciendo furor en todos los night clubs desde Queens hasta el Bronx. Cuando Nile Rogders, coautor de la susodicha canción con Bernard Edwards, escuchó “Rapper’s delight” en una discoteca, pensó: “Vaya, qué guay, el DJ está rapeando con nuestra música de fondo”. Lamentablemente, no era así: se trataba de un single que acababa de salir al mercado, sin que nadie hubiera pedido permiso para usar la melodía. (Algo más tarde Queen también se apropió de ella, con algo más de disimulo, en “Another one bites the dust”, pero no nos dispersemos). Nile y Bernard, naturalmente, montaron en cólera y amenazaron con demandar a los piratas, que contestarón enviando unos matones armados al estudio, que los encañonaron y les recomendaron tranquilidad. Por suerte, su abogado había trabajado antes para la Mafia (hay que tener amigos hasta en el infierno, como dice el refrán) y al final se llegó a un acuerdo en las “altas” esferas, gracias al cual recibieron como compensación medio millón de dólares ¡en metálico! Y ello nos conduce…
A la víctima, “Good times” de Chic, uno de los muchos éxitos que estos Lennon y McCartney (salvando las siderales distancias) del fenómeno disco cocinaron entre 1977 y 1979, tanto para su marca de bandera como para otros artistas y grupos, Sister Sledge en especial. Antes de que el omnipotente y omnipresente bajo de Bernard Edwards os abduzca, sabed que la canción sublima a la perfección todas las señas de identidad de Chic: el estribillo antes de las estrofas, los latigazos funky de Rodgers a la guitarra y, cómo no, el toque sofisticado del piano eléctrico y las cuerdas, imprescindible en un grupo con ese nombre. La letra no es tan elemental como parece, porque se inspira en un tema de los días de la Gran Depresión, “Happy days are here again”, y alude, oblicuamente, a la crisis económica que atravesaban los EE. UU. de la era Carter.
Lo que nadie podía prever es que los “buenos tiempos” de la música disco estaban a punto de implosionar, y además en un suspiro: en apenas dos meses, de julio a septiembre de 1979, pasó de copar los seis primeros puestos del Billboard Hot 100 a desaparecer de su top diez. El discocidio fue el resultado de una pinza contra natura que aglutinó a sectores machistas, feministas, intelectual(oid)es, racistas, reaccionarios y del establishment de la industria fonográfica. No hay inocentes en esta historia porque los ajusticiados habían cometido muchos, y muy variados, pecados; los estilismos de John Travolta en Fiebre del sábado noche son ya, por sí solos, merecedores de sanción penal. “Good times” también es culpable: de hacer que ese bajo calenturiento penetre por tus orejas, descienda por la médula y te fuerce, en contra de tu voluntad, a zapatear furiosamente contra el suelo a su compás.
Ni Fu-Manchú hubiera podido concebir algo tan diabólico.
Good times / Chic
Good times / Chic letra y traducción
“Everybody dance” (Chic, 1977), “We are family” (en We are family, álbum de Sister Sledge de 1979) y “My Forbidden Lover” (Risqué, 1979).