Cuenta Jan Timman (Amsterdam, 1951) en el prefacio de uno de sus libros que, a fin de prepararse a fondo para un importante evento que debía disputar en su juventud, se fue con varios colegas a una casa de campo y pasó allí tres meses no haciendo otra cosa que cuidarse y estudiar ajedrez. Los resultados fueron desastrosos: su cuerpo desbordaba tanta energía que apenas aguantaba sentado y perdió las cinco primeras partidas. Solo cuando recuperó sus malsanos hábitos nocturnos fue capaz de enderezar su trayectoria en el torneo.
El holandés se ha esforzado mucho por cultivar esta imagen de bon vivant, y algo de cierto tiene que haber en ello, a la vista de como se ha ablandado su papada y ensanchado su cintura con el paso de los años. Pero nunca me lo he tragado del todo, porque para alimentar un repertorio de aperturas tan amplio como el suyo y escribir libros de la profundidad de su mítico El arte del análisis hay que pasar muchas horas quemándose las pestañas bajo el candil (recordemos que en los ochenta, sus años de esplendor, el único ordenador que sabía jugar al ajedrez era HAL-9000). Es como si de algún modo pretendiera excusarse por no haber satisfecho las altísimas expectativas que en su día despertó como presunta alternativa occidental a la hegemonía soviética; y es que llegó a figurar en el segundo puesto de las listas de enero de 1982, coincidiendo con el declive de Korchnoi y la bisoñez de Kasparov.
En realidad no se precisan coartadas para reivindicar una carrera en la que sobresalen victorias en torneos tan prestigiosos como Hastings 1973/74, Wijk aan Zee 1981 y 1985, Mar del Plata 1982 (aventajando en 2 puntos a Karpov, que venía de revalidar su corona mundial en Merano), Bugojno 1984 o Linares 1988, entre otros muchos, innumerables campeonatos nacionales, una plata olímpica en 1976 (con un oro individual al mejor resultado en el primer tablero) y, por encima de todo lo demás, dos finales de Candidatos en 1990 y 1993. En la primera fue derrotado por Karpov, pero la segunda era una oportunidad de oro de luchar por el título, porque al ruso había empezado a pasársele el arroz y había caído sorpresivamente ante Short en semifinales. Por desgracia también a Timman se le estaba pasando el arroz (él y Karpov son de la misma edad) y fue el británico quien acabó ligándose a la rubia. (Posteriormente, tras la deserción de Kasparov y Short, la FIDE organizó un duelo por el título “oficial” entre los perdedores, pero eso no cuenta como mérito y además Karpov volvió a zurrarle).
La verdad es que Anatoli Karpov fue siempre su bestia negra, así que es muy natural que Timman considere la partida que le ganó en Mar del Plata 1982 como su obra maestra. Es una batalla muy instructiva por varias razones, la principal la sabiduría con la que Timman gestiona un recurso tan corriente como es el cambio de damas. Hasta dos veces lo evitará el holandés, aun a costa de tener que dar un paso atrás; cuando lo permite, es para desembocar en un final ganado.
Y como todo lo que os doy me parece poco, la entrada de hoy incluye un sabroso extra. Timman tiene en común con unos pocos grandes jugadores (Réti, Smyslov y Benkő son otros ejemplos que vienen a la mente) su devoción por el arte de la composición. En general sus estudios no son de una categoría comparable a los de los mencionados, pero este es excepcional. Se inspira en una famosa maniobra ideada por el compositor checo Ladislav Prokeš para detener dos peones en séptima y ligados mediante el sacrificio de una torre. Tenéis al lado el estudio original, publicado en 1939. La línea principal es 1.Rg4 e2 2.Tc1+ Rd4 3.Rf3 d2, y cuando parece que la coronación es inevitable una inesperada entrega propicia las tablas por ahogado: 4.Tc4+! Rd3 5.Td4+! Rxd4 6.Rxe2 Rc3 7.Rd1 Rd3. En 1992 Tim Krabbé mostró a Timman una idea fantástica para doblar la maniobra Prokeš en un mismo estudio, pero desgraciadamente hacía aguas por varios sitios, y solo al cabo de veinte años consiguió Jan hacerla funcionar.
Todos hemos escuchado el refrán “lo bueno, si breve, dos veces bueno” un millón de veces, pero en este caso su tautológica variante “lo bueno, si doble, dos veces bueno” viene mucho más al pelo, ¿no creéis?
Karpov-Timman, Mar del Plata 1982
Estudio de J. Timman, The art of the endgame 2011
Timman-Torre (Tilburgo 1982), Timman-Ree (Amsterdam 1984) y Timman-Short (Belgrado 1987).