La música: “Baby elephant walk” de Henry Mancini
Tendría yo unos trece o catorce años cuando me dio por ir a la misa del domingo a la una. En la parroquia no había otra más sosa en todo el fin de semana, pues los coros de jóvenes y mayores solo intervenían en las de la tarde, aunque a cambio era la más corta, lo que era un punto a su favor. Pero si dos de mis mejores amigos de entonces y yo asistíamos a esta misa, no era solo por eso. Había una razón muchísimo más importante.
Una razón, he de reconocer, no precisamente piadosa. Era la misa a la que acudía uno de los médicos del pueblo con su esposa y su hija pequeña, y aquello era un espectáculo que uno no podía perderse. En realidad, si estabas allí, era imposible perdérselo. Llegaban pasados veinte o treinta minutos de la hora, y no creáis que se situaban con disimulo en un rincón: avanzaban sin prisas, hasta bien adentro, en busca de sitio libre. El rubicundo galeno pesaría sus buenos ciento cincuenta kilos, y quizás me quedo corto. Ella no era particularmente obesa, pero llamaba si cabe más la atención, porque iba más pintada que un apache en pie de guerra. La cría, emperifollada hasta el absurdo y bien entradita en carnes, hacía perfecto juego con ambos.
Si llegabas tarde no era sencillo encontrar asiento en esa misa, y menos para tres personas juntas. Pero a ellos les bastaba con hueco o hueco y medio en el lateral de un banco. Su sibilina táctica consistía en ubicar de momento a la pequeña y, si era posible, a la madre. Luego, durante las partes de la liturgia en que los feligreses nos poníamos de pie, el padre empujaba hacía dentro, discreta pero tenazmente, hasta conseguir que todos los del banco se comprimiesen lo suficiente para que él también cupiera. Un memorable día, la carnosa onda expansiva fue tan intensa que acabó expeliendo a un chaval por el otro extremo. No me preguntéis de qué habló el cura en esa homilía, que bastante trabajo tuve con no ahogarme de la risa.
Baby elephant walk / Henry Mancini
Baby elephant walk / Henry Mancini
Me temo que poco os podré sorprender en esta ocasión, pues hay tres composiciones de Henry Mancini (“Baby elephant walk” aparte, que esa es hors catégorie, como el Tourmalet) muy superiores al resto. Como no podría ser de otra manera, aparecen en sendos largometrajes de Blake Edwards, con el que Mancini colaboró durante más de treinta años. The pink panther theme es una, evidentemente. La agridulce melodía de la segunda, Days of wine and roses, le va como un guante a la película con la que comparte nombre, un impactante alegato contra el alcoholismo apabullantemente interpretado por Jack Lemmon y Lee Remick.
Y la tercera es Moon river. Por alguna razón mi patética memoria la asociaba con un western, pero por supuesto es el tema estrella de Desayuno con diamantes. Hay una escena de la película donde Holly (Audrey Hepburn) la canta sentada en el alféizar de su ventana. En el piso de arriba, Paul (George Peppard) asoma la cabeza desde la suya y la escucha embelesado y sonriente. Cómo se nota que es película: en la vida real, nada más contemplar a una criatura como Audrey Hepburn, uno se desmayaría y caería al vacío.
Como ya habréis notado hoy tengo el día gamberro, así que voy a permitirme otra extravagancia. Todos los problemas que os he mostrado hasta ahora en el blog son de los del tipo que podríamos llamar ortodoxo. Esto significa que si las blancas juegan bien sus cartas entonces, a pesar de lo tenaz que pueda ser la resistencia del bando negro, podrán dar mate en el número estipulado de movimientos.
Hay, no obstante, otros tipos de problemas menos convencionales. En ellos blancas y negras son sometidas a toda clase de exigencias, a veces de lo más surrealistas. Estos grotescos inventos me dejan por lo general bastante frío, pero hoy haré una excepción y os mostraré un ejemplo de mate ayudado. En los problemas de mate ayudado el camino a la victoria no puede ser más estrecho, pues solo existe una secuencia de movimientos de ambos bandos que conduce al mate en las jugadas prescritas. Así pues, el negro debe actuar contra natura colaborando en su propio ajusticiamiento: de ahí lo de “ayudado”. Es importante tener presente que los movimientos, aunque puede que ilógicos, han de ser legales, es decir, podrían teóricamente darse en una partida real. En particular, si un rey está en jaque, está obligado a defenderse de él. La convención en estos problemas es que el negro sea el primero en mover.
Ahora bien, ya que nos ponemos, para qué enseñaros uno cuando os puedo mostrar cinco por el mismo precio. Son cinco problemas de mate ayudado en 2 con posiciones de partida idénticas, salvo por un detalle: la casilla a6 está ocupada, respectivamente, por una dama, torre, alfil, caballo o peón negros. Sorprendentemente, los cinco problemas son correctos y las soluciones respectivas son todas distintas; por otra parte hay un común denominador oculto (tendréis que leer mis comentarios para descubrirlo) que los conecta a todos.
El creador de este asombroso tour de force fue el compositor sueco Henry Olof Axel Forsberg (1914-1981). Firmó otros 150 problemas, pero nada comparable a este canto a la mareante exuberancia del ajedrez. Hoy en día se llama gemelos de Forsberg a bloques de problemas de semejante índole (“quintillizos” sería más exacto, pero en fin…), reconociéndose así la importancia de la contribución del sueco.