La música: “The lark ascending” de Ralph Vaughan Williams
La flor de loto es una planta peculiar. Germina en el barro de los pantanos para luego abrirse limpiamente en la superficie, gracias en parte a una curiosa propiedad hidrodinámica de sus hojas, la superhidrofobia, que permite que la suciedad sea arrastrada por minúsculas gotas de agua. Esto, claro, ha inspirado a místicos de todos los tiempos y perfiles, que la han empleado para simbolizar el ansia del alma humana por escapar del lodazal de sus pasiones y deseos.
El hemisferio izquierdo de mi cerebro tiene mucho mando en plaza así que no trataré de sacar más punta a esta analogía, pero me viene bien para introducir el concentrado de belleza pura que hoy os ofrezco en mi blog, pues surgió de la negrísima ciénaga de la Primera Guerra Mundial. Las atrocidades de los nazis fueron tan espeluznantes y grotescas que enseguida se convirtieron en sinónimo del Horror con mayúsculas en el imaginario popular, pero no debemos olvidar que aquello no fue más que una versión “corregida y aumentada” de lo que ya se había ensayado en la guerra del catorce, y si en esta no se hizo más el bestia fue, sencillamente, porque la tecnología entonces disponible no daba para más.
Ralph Vaughan Williams bosquejó “The lark ascending” (“La ascensión de la alondra”) en 1914, mientras veía marchar a los barcos de guerra por el canal de la Mancha para incorporarse a la batalla. En una situación así yo me iría a casa y me escondería dentro de un armario, así que cuesta creer que este hombre pudiera estar pensando en el vuelo de un pajarillo. No es de extrañar, entonces, que un niño que lo vio escribir sus misteriosos garabatos en un papel sospechara que se trataba de un espía codificando valiosa información para el enemigo y lo denunciara a la policía, que enseguida lo detuvo.
No sé si el sargento de guardia tendría o no conocimientos musicales, pero por suerte no requisó aquel documento que, unos pocos años después, cuajó en el concierto para violín y orquesta de cámara que estáis a punto de escuchar. Hacedlo en el momento propicio, acaso en la medianoche, cuando haya silencio en casa y estéis seguros de que nadie os va a distraer. El concierto es largo, pero en cuanto el violín trace sus primeras notas os vais a olvidar del tiempo. De hecho os vais a olvidar de todo.
P.S. “The lark ascending” está libremente inspirada en un poema de George Meredith que lleva ese título. Cuando el concierto se publicó Vaughan Williams incluyó en la guarda del libreto algunos versos del poema, que son los que os he traducido.
The lark ascending / Ralph Vaughan Williams
The lark ascending / Ralph Vaughan Williams extracto del poema
Violín: Tasmin Little; orquesta: BBC Symphony Orchestra; dirección: Andrew Davis
Vaughan Williams es un compositor bastante accesible, que bebe con gusto y sin disimulo del inagotable folclore inglés. Como habéis escuchado el resultado es de lo más efectivo, pastoral sin ser pegajoso, emocionante pero no histérico, clásico sin sonar a rancio. Si no lo conocíais hasta ahora y os apetece profundizar un poco lo tenéis muy sencillo: conseguid el cedé que Neville Marriner grabó con la Academy of St. Martin-in-the-Fields en 1972 porque es un auténtico “Vaughan Williams’ greatest hits”. Además de “The lark ascending” (aunque no la versión que yo he puesto, que me gusta un pelín más), incluye Fantasia on a theme by Thomas Tallis, Five variants of “Dives and Lazarus” y Fantasia on Greensleeves (esta última basada en la melodía compuesta, según la tradición popular, por Enrique VIII para seducir a la infeliz Ana Bolena). Quizá no estén estrictamente a la altura de “The lark ascending”, pero os garantizo que ninguna es manca.
Pocos pueden presumir de haber alcanzado tan altas cotas en el ajedrez como Valentin Rudenko: téngase en cuenta que los cosmonautas de la Soyuz 9 guardaban uno de sus problemas en el equipaje. Parece ser que una de las muchas tareas que les encomendaron en la misión fue resolverlo, supongo que para comprobar hasta qué punto la capacidad para el raciocinio lógico podía verse afectada por un prolongado periodo de ingravidez. La hoja con el problema, autografiada por ambos cosmonautas, aún se conserva en el Museo de Astronáutica de Cheboksary. (Curiosamente uno de ellos, Vitali Sevastyanov, el de la camisa blanca, sería nombrado años más tarde presidente de la Federación de Ajedrez de la Unión Soviética. Qué cosas).
Viajes estratosféricos aparte, lo cierto es que Valentin Fyodorovich Rudenko, nacido en la localidad ucraniana de Yenakiyevo en 1938 e ingeniero aeronáutico de profesión (fue jefe de diseño en el OKB-586, uno de esos siniestros centros de investigación de la URSS donde se fabricaban prototipos tecnológicos de, digamos, interés estratégico), ha llegado todo lo lejos que se puede llegar en el mundo de la composición. Muchos le consideran el sucesor natural de Loshinsky y el único problemista soviético de su talla. Sus poderes: 5 primeros premios en el Torneo Mundial de Composiciones y 10 campeonatos soviéticos, además de gran maestro de composición desde 1980, entre otros.
Uno de estos galardones lo consiguió con el siguiente problema, que me va a venir de perlas para ilustrar un par de temas muy habituales en el mundo de la composición, el Novotny y la sierra. El tema Novotny fue introducido por el checo Antonín Novotný en 1854. Consiste en entregar una pieza blanca en una casilla en la que pueda ser capturada por dos piezas negras de diferente desplazamiento lineal (lo normal es que sean una torre y un alfil, aunque también podrían ser, por ejemplo, una torre y una dama moviendo en diagonal) de manera que sea cual sea la pieza que realiza la captura, esta interfiera fatalmente con alguna tarea que la otra esté desempeñando.
Es muy raro que un Novotny aparezca en una partida real. No ocurre así con la sierra, famosa sobre todo por el modo en que la usó el mexicano Torre para derrotar al ex campeón mundial Lasker en el torneo de Moscú de 1925. Como su propio nombre indica es una combinación de lo más brutal, en la que a base de intercalar jaques descubiertos y regulares (usualmente con una torre y un alfil) se obtiene una suculenta ganancia de material. En el problema de Rudenko, no obstante, todo es infinitamente más refinado; si se asemeja a algo la torre blanca, más que a una basta sierra, es a un preciso bisturí.
Problema de V. Rudenko, I Torneo Mundial de Composiciones de Ajedrez, Finlandia 1972/75
No conozco demasiado el trabajo de Rudenko, pero por lo que he visto tengo la sensación de que su fama es merecida. Obsérvese por ejemplo lo que es capaz de hacer con estos tres temas clásicos:
- Problemisten, 1961. En la posición de partida de un ciclo de Lacny, si fuera el negro quien tuviera que mover, tres de sus posibles jugadas, llamémoslas a, b y c, pueden refutarse con correspondientes jugadas A, B y C del blanco. Tras la clave del problema, X, el negro puede intentar defenderse con a, b o c, pero ahora las respuestas ganadoras del blanco se permutan, siendo, respectivamente, B, C y A. Por su naturaleza el contexto natural de un ciclo de Lacny son los problemas de mate en 2; este problema de Rudenko fue el primer mate en 3 donde se implementó.
- Bulletin Problemistic, 1973; mate en 4. El tema Grimshaw es primo hermano del Novotny; la diferencia es que en la casilla de intercepción de torre y alfil no se entrega pieza alguna. Rudenko se las ingenia para que, dependiendo de la defensa del negro, el Grimshaw se produzca en su primera o segunda jugada, y entonces el blanco se aproveche de él en la cuarta o tercera, respectivamente. Y con un extra: la posición inicial es bastante desahogada.
- Soumen Shakki, 1983; mate en 4. Un resorte es una pieza que se mueve de su posición, genera con ello un efecto y regresa de inmediato a su casilla de partida. Ni uno, ni dos, ni tres: cuatro resortes nada menos presenta este problema.