La música: “How can I?” de Steve Hackett
Ante todo y para todos: feliz Navidad.
Salvo raras excepciones (tipo la chica mona de Gremlins), y con independencia de edad o creencias, a todo el mundo le gusta la Navidad. Tal vez sea porque simboliza como nada, y bien que lo han explotado los publicistas, la idea del retorno al hogar, a su vez metáfora de algo todavía más hondo: nuestro anhelo imposible por recuperar la infancia perdida.
De donde se deduce que toda canción que gire sobre el tema, sobre todo si se acompaña de instrumental acústico y tiene un punto entrañable extra, merece acreditarse como adecuada a las fechas que hoy estrenamos.
“How can I?”, tema del álbum Please don’t touch de Steve Hackett (otrora miembro de Genesis), pasa el corte con toda solvencia. El toque de distinción lo aporta la rotunda voz del gran Richie Havens (el de la foto de al lado). Nunca mejor dicho lo de “gran”, por cierto. Havens es el clásico tiarrón de dos metros de altura y aspecto relajado al que todos nos gustaría tener cerca si las cosas vienen de verdad mal dadas, digamos en un conflicto termonuclear o si los muertos empiezan a resucitar de repente, como en esa serie de zombis que le gusta tanto a mi hijo. Si tenéis curiosidad, buscad en YouTube el vídeo con ambos interpretando la canción: no falta más que el árbol con los espumillones y una chimenea con sus leños (el humo ya lo pone Havens, nunca en mi vida vi salir semejante nube de un cigarrillo).
How can I? / Steve Hackett
How can I? / Steve Hackett letra y traducción
La carrera en solitario de Hackett es prolija y desigual, y ha evolucionado desde el rock progresivo de sus inicios hasta las fronteras de la música clásica, lo que se puede permitir sin el menor problema porque su técnica con la guitarra es superlativa. Dado que su voz dista bastante de serlo lo mejor será que os recomiende tres de sus temas instrumentales más bonitos:
- “Horizons”. Esta exquisita pieza de guitarra española aparece en el disco Foxtrot de Genesis, pero es cien por cien suya. (Bueno, siempre sale el pesado de turno diciendo que las primeras notas son un calco de las de la Suite número 1 para violonchelo de Bach. Qué mala es la envidia).
- “Hands of the priestess, parts 1 & 2”. Perteneciente a Voyage of the acolyte, su primera grabación en solitario, todavía siendo miembro de Genesis. Aprovechando que sus entonces colegas Phil Collins y Mike Rutherford le echaron una mano, los obsesos del prog se complacen el calificarlo como “el mejor disco que jamás Genesis no ha grabado”, lo cual es bastante exagerado. Es cierto, no obstante, que tiene muy buenos momentos, como esta pastoral e hipnótica melodía en la que guitarra y flauta mezclan la mar de bien. Cabe destacar que entre ambas partes de la canción se incrusta una tercera del todo horrenda y sin conexión con las anteriores, así que para maximizar el efecto es recomendable usar algún editor de audio, suprimir el intermedio y fundir los extremos. Aunque reconozco que hay que ser ya muy sibarita para eso.
- “Hammer in the sand”. De Defector. El lado más académico de Hackett a la palestra, en una composición con la dosis justa de azúcar donde el piano cobra protagonismo absoluto. Encajaría a la perfección en una de esas películas “románticas-pero-con-sustancia” tipo Los puentes de Madison.
P.S. En contra de lo que parece deducirse de lo anterior, no es necesario que una canción de Hackett empiece por “H” para ser buena.
Un estudio (o final artístico) de ajedrez es una posición inventada pero factible (es decir, a la que podría llegarse teóricamente en una partida real) en la que juegan blancas y deben, según las circunstancias, ganar o forzar el empate. Si las negras juegan adecuadamente, no hay más que una secuencia de jugadas del blanco que permite alcanzar dicho objetivo. Cuanto más larga, brillante y original es dicha sucesión, más conseguido está el estudio.
El que presento a continuación se debe a un compositor (sí, así se les llama, como a los músicos) holandés relativamente poco conocido, Gijs van Breukelen. Entre los aficionados tiene un estatus casi mítico, debido, aparte de su impresionante belleza, a que durante muchos años circuló sin que se supiese a quien atribuir la autoría. Esto dio pábulo a conjeturas de lo más pintorescas, que no repetiré aquí porque no tienen ni un gramo de verdad: como suele ocurrir, la realidad es bastante más prosaica. Por lo visto, van Breukelen lo concibió en los setenta, pero probablemente no se decidió a publicarlo hasta bastante después porque en la jugada cuarta el negro dispone de una inesperada alternativa que parece librarlo de la derrota. Por fortuna, con la ayuda del potente software ajedrecístico del que disponemos en la actualidad, las dudas se disipan: el estudio es impecable.
Uno de los leitmotivs del estudio es la subpromoción. Conforme a las reglas del juego, cuando un peón llega a la última fila se reemplaza por una pieza. La norma no fija la pieza que debe elegirse, aunque lo lógico es usar la dama, que es con diferencia la más poderosa. Sin embargo hay ocasiones excepcionales en las que no debe hacerse así, y en el presente estudio esto ocurre por dos veces.
No os entretengo más. De verdad, no os lo perdáis.